El país se ha conmovido – o quizá espeluznado- al escuchar la conversación que el Fiscal ha difundido, entre el Presidente de la Asamblea Nacional y un ex Contralor prófugo, acusado de recibir coimas para adulterar auditorías. El audio –fraternal y coloquial-, habla de “bajarle” al Fiscal por ser un peligro. ¿Para quién?

El documento ha traído repercusiones en lo político, lo legal y lo moral. Y en lo personal para la autoridad que ha puesto a prueba sus principios, contactándose con un prófugo de la justicia, poseedor de documentos para afectar a terceras personas y cuya proveniencia está marcada por la clandestinidad.

Las voces del audio son inconfundibles de los involucrados y ellos las han autentificado. Ni siquiera es posible evadir la veracidad con la acostumbrada fórmula de una “supuesta” conversación. Ofende al pueblo creerlo incapaz de discernir entre lo blanco y lo negro o lo justo y lo deshonesto. Peor, apenas a dos meses de que, en las urnas, respondiera positivamente a la consulta que se creyó   anuncio de cambios profundos en el quehacer de los políticos.

El Presidente de l República se ha referido al caso situándole en el ámbito de la corrupción, al insistir en la necesidad de una “cirugía mayor” para extirparla. Eso esperan los ecuatorianos: que desde los más altos poderes públicos, vengan actitudes prácticas para dejar atrás una época que acaso intenta mantener sus sombríos nubarrones sobre el destino nacional.

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