El Presidente Moreno ha revelado debilidades y contradicciones, como no desprenderse de ciertos rezagos del anterior gobierno, entre ellos varios ministros y asesores, como si todavía confiara en la regeneración de funcionarios sumisos a los diez años del gobierno pasado y se convirtieron en lastre para agilizar los cambios 

e cumplió un año de ejercicio del poder del Presidente Lenín Moreno, sin duda doce meses agitados por toda suerte de sacudones políticos, económicos, administrativos y sociales. El Ecuador pareció despertar en este año transcurrido del actual régimen, de una suerte de encantamiento o maleficio, según, cuando un solo personaje regía, administraba y gobernaba. “Castigo divino” para un Ecuador descontentadizo que siempre clamaba por “gobiernos fuertes” y que “pusiera el orden”. Pocos imaginaron, una década atrás, que ese “orden” sería el de la clásica autocracia.

   Lenín Moreno ha revelado en este año de mandato sus insospechadas virtudes, pero también sus limitaciones. Virtud es el valor de haberse puesto a la cabeza, desde el Ejecutivo, de la restauración de las libertades democráticas, secuestradas o socavadas por el autoritarismo; el haber destapado la corrupción e invitar a que se la denuncie, a que la ciudadanía se quite aquellas invisibles mordazas del miedo, alimentado por los tentáculos legales y burocráticos del poder omnímodo, y también jugarse la popularidad rompiendo con el “ala dura” y todavía viva y fuerte, del correísmo dogmático, y convocando a una consulta popular que hacía falta para abrir el camino hacia la reinstitucionalización del país.

Sin embargo, el Presidente Moreno ha revelado también en este año debilidades y contradicciones, como aquel no querer desprenderse de una vez de ciertos rezagos del anterior gobierno, entre ellos varios de sus ministros y asesores, como si todavía confiara en la regeneración de funcionarios que fueron eminentemente sumisos a los diez años del gobierno pasado y que, en realidad, se convirtieron en un lastre para agilizar los cambios requeridos.

También el Presidente de la República se ha mostrado indeciso en temas tan fundamentales como el manejo económico y la deuda externa, aún a sabiendas de que aquella “mesa servida” inexistente que evocó el comienzo de su gobierno, no solamente fue una ”mesa vacía” sino un mueble carcomido por la corrupción y por lo tanto irredimible.

Su peor momento fue quizá la cuestión de la frontera norte y el asesinato de los tres trabajadores de la prensa a manos de la facción terrorista liderada por alias “Guacho”, donde subsisten sombras, dudas, incógnitas por despejar y duras lecciones por aprender. En definitiva, Lenín Moreno ha aprendido junto con todo el país, lo difícil de mover el timón en dirección correcta, cuando existen tantas rémoras, no solo del correísmo, sino de otras fuerzas políticas y sociales que, como es usual, pretenden remar en su propia dirección. El régimen de Moreno es, paradojalmente, un gobierno débil que por ello mismo asegura su  perdurabilidad al hallarse el Ecuador escarmentado por aquellos “truenos y relámpagos” que suelen hacer resonar los repentinos “salvadores de la Patria” y que devienen en estrepitosos fracasos.

Aún tienen mucho que aprende Moreno y su equipo. Ministros dignos de descartarse todavía abundan en el gabinete, y los riesgos de inestabilidad permanecen agazapados, en  tanto no exista un rumbo certero para sacar del marasmo al país.

 

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233