La opinión pública reclama actuar con responsabilidad, seriedad y sensatez a la Asamblea Nacional, que no puede seguir postergando la quiebra del IESS y su muerte asistida que sería social y políticamente más traumática y dolorosa que los acontecimientos a raíz del salvamento bancario en 1999 

En 1928, durante la presidencia de Isidro Ayora, se creó la Caja de Pensiones, que el 10 de julio de 1970, adoptara el nombre de Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Desde entonces, los gobiernos de turno – error gravísimo que desgraciadamente no ha sido enmendado – lo convirtieron en botín político y en un apetitoso, voraz e insaciable plato fuerte para cubrir sus necesidades fiscales bajo el aberrante equívoco de que la plata del IESS es dinero público sin reparar en los principios de responsabilidad fiduciaria de quien administra recursos ajenos y que la Seguridad Social es una vivencia colectiva que le pertenece a la nación.

El desequilibrio actuarial y financiero del IESS, cuya transparencia genera desconfianza, está afectando a sus fondos previsionales, en particular al futuro pago de pensiones para cerca de 460 000 jubilados. Los ahorros del Fondo de Pensiones se agotarán en el 2026. Es decir, no habrá dinero para cumplir devotamente las obligaciones con los jubilados. Pero lo que está en juego no es poca cosa. Se trata de los aportes de más de 3,5 millones de afiliados, sin tomar en cuenta la incorporación de los hijos de los afiliados menores de 18 años que no pagan por los servicio de salud.

Según el presupuesto aprobado para el 2018 el IESS desinvertirá USD 2 025 millones de cuatro de sus fondos. De esa cifra, 1669,6 millones se tomarán de un solo fondo: el de Invalidez, Vejez y Muerte, para cubrir gastos de prestaciones de pensiones. El resto será para solventar gastos por salud y otras obligaciones.

Y la agonía, en cifras es peor. Este año, los egresos por prestaciones ascienden a USD 4 011 millones, mientras los ingresos por aportes de los afiliados apenas alcanzarán USD 2 138,8 millones por lo que el IESS deberá cubrir el hueco financiero con los ahorros del fondo de pensiones que hasta julio de 2017 llegaba a 8 407 millones de dólares.

Desde 1970 se han hecho reformas parches, no estructurales, para enfrentar los problemas fundamentales de la seguridad social debido en gran medida a la intromisión autoritaria y totalitaria de un Estado invasor en exceso y que a partir del 2001 ha devenido en un peligro real en desmedro de la autonomía del IESS e irrespetando lo que establece la Constitución que señala que los fondos y reservas del seguro universal obligatorio serán propios y distintos de los del Fisco y ordena que los recursos del Estado serán transferidos en forma oportuna.

La reforma legal que suprimió de un plumazo en 2015 la obligación para que el Estado aporte con el 40 por ciento para el Fondo de Pensiones, lo condena al colapso, es una muestra elocuente de irresponsabilidad de los tecnócratas que no tiene perdón, como cuando eliminaron de los balances del IESS 2 506 millones de dólares de las deudas del Gobierno aduciendo la falta de reglamento… que debía dictar el propio Gobierno.

La nueva Ley de Seguridad Social, que clama una reforma global y radical, no debe depender de instituciones políticas ni de la apreciación subjetiva de los tecnócratas de ocasión; debe debatirse públicamente con la participación de los sectores interesados. Es hora de dejar de lado la reticencia de los políticos y la ausencia de conocimiento de la población sobre la necesidad de una nueva Ley porque de ella depende el futuro de la Seguridad Social que vela por la vida, la salud y la dignidad del ser humano como derecho y garantía fundamental, reconocido constitucionalmente e inscrito en los principios universales de los Derechos Humanos.
Es hora de salvar al IESS. Y tan es así, que su mano símbolo es por hoy una llaga viva de profundas y crueles heridas sin que se aplique una cirugía mayor para curar sus masivas dolencias que afectan a millones de afiliados.

La opinión pública se ha llenado de referencias sobre el IESS. Está harta de expectativas, ofrecimientos y discursos. Reclama actuar con responsabilidad, seriedad y sensatez por la Asamblea Nacional, que no puede seguir postergando la quiebra del IESS y su muerte asistida que vendría a ser social y políticamente más traumática y dolorosa que los repudiables acontecimientos de 1999, a raíz del salvamento bancario.

 

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