Lenín Moreno y los suyos mantienen a buen número de asambleístas y otros conspicuos militantes, unos por sincera conversión a los valores democráticos que renegaron durante diez años del gobierno caudillista, otros por cautela, y quizá algunos por oportunismo, para seguir en la ”camioneta” del poder y sus disfrutes

Le consumó la ruptura entre las alas –o facciones como señaló la prensa- morenista y correísta de la agrupación Alianza PAIS, cuyo nombre por resolución del Consejo Electoral quedó para el oficialismo morenista, y que a la facción de Rafael Correa le negaron hasta el nombre de “Revolución Ciudadana” con el que pensaba fundar su nueva agrupación. La cólera y el despecho correísta, cuando menos en algunos de sus integrantes, los llevó a llenar con lemas insultantes, tachaduras, rayones dignos de jovenzuelos maleducados, los muros y pantallas de la sede de PAIS en la Capital de la República, en tanto en la sede guayaquileña de la agrupación, sus anteriores ocupantes, del ala de Rafael Correa, no dejaron ni una sola computadora ni hoja de archivo.

Los correístas se encontraron, por lo tato, en el “primer día de la creación” como agrupación política, y hoy, huérfano de poder aunque no de apoyos, deben recoger firmas como cualquier movimiento en ciernes, para que el Consejo Electoral los califique. Entre tanto, la campaña por el NO que auspiciaron los adherentes del ex Presidente continuó, y al parecer no sin éxito, pese a que en las apariciones de su líder, los contrarios intentaron agredirle en algunas poblaciones, fresca aún en ellos la memoria de prepotencias, insultos y agravios pasados.

Lenín Moreno y los suyos conservan el membrete, el color de la bandera, los locales, el financiamiento que el organismo electoral concede a las agrupaciones legalmente reconocidas, y mantiene en su seno a buen número de asambleístas y otros conspicuos militantes de la agrupación, unos por sincera conversión a los valores democráticos que renegaron durante los diez años de gobierno caudillista, otros por cautela, y quizá algunos más, por simple oportunismo, a fin de seguir en la ”camioneta” del poder y sus disfrutes. Pero para el Correísmo no todo está perdido. Confían en primer lugar en aquel “voto vergonzante” por el NO que les otorgaría poder electoral, según el porcentaje de los sufragios negativos a las siete preguntas o parte de ellas. De esta manera, los adherentes al ex Mandatario darían la señal de que en sus predios no todo está perdido, y confiando en la pésima memoria histórica y política de los ecuatorianos, en el futuro puedan alcanzar nuevamente el poder.

Pero para que ello ocurra, el ala correísta aún sin un nombre oficial, debería lavar sus manchas: corrupción, autoritarismo, demagogia, manipulación propagandística, despilfarro en un país pobre, etc. ¿Podrá alguna vez darse semejante “conversión” y remisión de tantos pecados políticos? Solo el tiempo es capaz de decirlo.

 

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