La “Revolución Ciudadana” se enfrascó en una lucha intestina por el reconocimiento oficial de cada una de sus directivas, en tanto el ex mandatario merodeaba por las proximidades del territorio nacional, para ensayar una fugaz visita que más bien le perjudicó

  El pasado año fue, ciertamente, de sorpresas políticas en el Ecuador. Habiendo PAIS ganado las elecciones, aunque con dudas y cuestionamientos, de inmediato a la asunción al poder de Lenín Moreno, las costuras de la agrupación se rompieron gracias a la opción del nuevo Mandatario por un gobierno más consensuado y pluralista. Esto, como no podía ser de otra manera, alarmó y disgustó sobremanera al Correísmo de obediencia, que veía a punto de esfumarse sus sueños de tres décadas más en el disfrute de un poder poco menos que omnímodo, en el cual los agraciados por vínculos de amistad con el líder o nexos poderosos con la agrupación gobiernista, tenían asegurada la rotación de un cargo a otro, con las prebendas consabidas.

   La etapa crítica del Correísmo se agudizó con la separación del Vicepresidente Jorge Glas de cualquier función que el Presidente de la República lo designase, antesala para el enjuiciamiento por el caso Odebrecht y la danza de los millones entregados por la constructora brasileña como el “aceite” indispensable para sus cuantiosos negocios de construcción. El dilema de PAIS fue quedarse con el líder voluntariamente domiciliado en Bélgica, o mantenerse en la órbita gobiernista mediante la adhesión a Moreno. Este dilema provocó la división del antes monolíticamente partido de la “Revolución Ciudadana”, que se enfrascó en una lucha intestina por el reconocimiento oficial de cada una de sus directivas, en tanto el ex mandatario merodeaba por las proximidades del territorio nacional, para ensayar hace poco una fugaz visita que más bien le perjudicó.

   La consulta popular lanzada por el presidente Moreno significa la voluntad de este por “descorreizar” al aparato del Estado. Tarea difícil, puesto que en una década, los adherentes al líder histórico de la agrupación estaban “hasta en la sopa”, pero la burocracia suele ser lo suficientemente astuta como para pasar sin traumas ni remordimientos de una a otra administración, por lo que aquella “descorreización” se reduciría, de ganar las preguntas de la consulta, a reorganizar el Concejo de Participación Ciudadana, fuente vituperable de concursos direccionados a quienes la anterior administración destinaba de antemano a tales cargos, presuntamente debidos a la voluntad de la ciudadanía a través de aquel consejo. A más de ello, Fiscalía Procuraduría, Contraloría, etc. posiblemente seguirán en manos de quienes ostentan las funciones, siempre y cuando su comportamiento ante el régimen así lo recomiende. Pero el “correísmo duro”, seguirá dando batalla porque la añoranza de un poder poco menos que total será proverbial acicate para intentar ganarse nuevamente el estado, como tantas agrupaciones cuyos integrantes no se resignan a la condición de ex mandantes.

   Pero la “descorreización” debe traer aparejados los cambios en las leyes que permitieron tamaño mangoneo del estado por un partido, excluyendo a los demás con sañudo sectarismo e intolerancia extrema. La lección que ojalá asuma el desmemoriado Ecuador es la de que los “salvadores” que ofrecen cambios totales suelen ocultar –a veces mal- apetencias dictatorialistas y que aquel modelo de gobierno satrapesco suele contaminar conciencias, ideologías, voluntades, inclusive en la intelectualidad que lamentablemente suele sucumbir como débil damisela enamorada a los providenciales “hombres mesiánicos” que de cuando en cuando aparecen para ruina de sus naciones.

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