Una caminata que no se limita a los alrededores del palacio Buckingham, sino que se extiende once kilómetros con 90 placas simbólicas al piso, que recuerdan los pasos de la princesa por lugares clave para la casa real
Aunque el concepto de ‘realeza’ nos resulta extraño desde el punto de vista político, cuando caminamos por las calles de Londres, podemos ver varios iconos representativos del lazo que une al pueblo inglés con la casa real. Este mes se cumplen veintiún años de la muerte de la princesa Diana de Gales. Aunque han pasado años, su legado se puede sentir aún hoy en Londres. No faltan por doquier los souvenirs que incluyen su rostro, pero más importante que eso, son los símbolos que se hallan alrededor del palacio Buckingham, haciendo alusión a la presencia de la princesa en los años que estuvo casada con el príncipe Carlos.
Lo diferente de la princesa Diana, comparada con el resto de los miembros de la casa real, es que fue apreciada por el pueblo londinense por su apertura espontánea hacia la gente. También, fue apreciada por su apego a los actos de caridad, muchos de los cuales escandalizaron a menudo. La recepcionista del hotel al que llegamos nos dice que recuerda muy bien cuánto fue explotada por la prensa la imagen de la princesa abrazando a un enfermo de SIDA, en una época en que había aún demasiado recelo hacia los portadores del virus, debido a que no se sabía con certeza sobre todas las formas de contagio.
Caminemos pues por las calles adyacentes al palacio Buckingham. En el paseo Westminster, que conduce desde el lado este de la ciudad al palacio, se ven en el suelo las placas sobre el pavimento que recuerdan a Diana. Las placas están hechas de aluminio y rematadas con bronce y se repiten una tras otra. La leyenda que rezan dice ‘La caminata en memoria de la Princesa Diana de Gales’. Esta inscripción está grabada dentro de un círculo en cuyo centro se aprecia una rosa heráldica, la misma que es un símbolo de nobleza, asociado en Inglaterra con la casa de los Tudor.
Esta caminata en realidad no se limita a los alrededores del palacio Buckingham, sino que se extiende por un total de once kilómetros, con un total de 90 incrustaciones idénticas que recuerdan los pasos de la princesa por lugares clave para la casa real. Las placas fueron iniciativa de la alcaldía de la ciudad; resulta curioso que la casa real no formó parte de este homenaje.
Ahora bien, parte de estas placas incrustadas en el pavimento pasan por varios parques, pero resalta su paso por el parque Hyde. Aquí, se asienta una fuente en memoria de la princesa; desde su instauración en el año 2004, la fuente se ha convertido en una gran atracción. Se trata de una fuente ovalada, donde la gente puede refrescarse. Su extensión es de ochenta metros y su ancho de 50. La fuente incluye una plataforma de granito, cuya función es permitir que la gente pueda usarla como escalón único de ingreso al agua. Por supuesto, la fuente no es profunda y la piedra de su fondo es rugosa a fin de evitar caídas. El único requisito para ingresar es quitarse los zapatos a fin de no enturbiar el agua.
Como es de esperarse, el agua de la fuente fluye constantemente gracias a un sistema de reciclaje que, además, permite que el agua se mantenga cristalina. La diseñadora de la fuente es una artista estadounidense llamada Kathryn Gustafson. Esta artista dejó sentado que el motivo por el cual la fuente permite que la gente pueda refrescarse, se debe a que ello viene a ser un símbolo recordatorio de la personalidad de Diana, quien era vista por el pueblo londinense como una mujer que incluía al pueblo mismo en los actos protocolarios de la realeza. Su manera de incluir a la gente era conversando, saludando efusivamente, dejando a un lado la distancia protocolaria propia de la casa real.
Con las colinas verdes rodeando la fuente, el ambiente de esta zona del parque se convierte en un verdadero santuario de tranquilidad. Muy cerca de la fuente hay juegos para niños, puestos para recordar el apego de la princesa a los niños. Por nuestra parte, encontramos que incluso en verano, la ciudad de Londres no es precisamente muy abrigada. Por este motivo, el agua no invita a todos pero, al parecer, a muchos londinenses la temperatura fresca les parece suficiente como para quitarse los zapatos y entrar a la fuente. La limpieza del lugar realza el respeto que infunde este sitio; quizá ese respeto emana de la veneración de los londinenses hacia una princesa que no olvidan y cuya memoria se refleja hoy en las placas de la caminata y en una fuente que nunca se apaga.