En nuestro trato coloquial, es frecuente la repetición de un mismo gerundio, sin que entre uno y otro medie pausa alguna:
-Aquí pasando pasando, ¿y usted?
-Viviendo viviendo, gracias.

Manifestaciones espontáneas de un rico mundo interior! Las entiende sin tropiezo un interlocutor serrano. En EL ESPAÑOL EN EL ECUADOR (1953), Toscano dilucida el asunto al anotar que esta forma es coincidente con el uso del quichua en la región interandina para dar mayor fuerza intensiva a las acciones.

   Otra manifestación del sustrato quichua está en el empleo de ciertos verbos como auxiliares del gerundio; entre ellos, mandar, dejar, poner, seguir, dar. En los ejemplos que vendrán, el gerundio no hace el oficio de adverbio, como exigía Bello, ni expresa una acción inmediatamente anterior o simultánea en relación con un verbo principal:

-Me mandaron sacando del cargo.

-No dejé apagando las luces.

-Alguien ha puesto rompiendo la puerta.

   Las dos primeras frases resuenan familiares porque responden a una preocupación habitual, a un riesgo cotidiano; pero no así la tercera, bastante extraña, por no decir rústica, señal del alto nivel de civilización que vamos alcanzando.

   No es este el caso del verbo “ir” seguido de gerundio para expresar lo que don Rufino José Cuervo, en sus APUNTACIONES… (1876), aconseja cuando se trata de una acción no concluida sino en avance paulatino. Desde luego, era un recurso usual en la poesía clásica española: “Cuantos plazos la muerte me va dando (Quevedo)”, “del agua el pecho alzando, / turbadas entre sí, la van mirando” (Fray Luis de León). “Y todos cuantos vagan, / de ti me van mil gracias refiriendo (San Juan de la Cruz).

   La lírica ecuatoriana no es ajena a tal procedimiento. Para no sobreabundar, bastaría ir explorándolo en las estrofas del pentagrama nacional, muchas de ellas de autores renombrados: “voy pagando la ofrenda / de tus cálidos besos” (Rosario de besos), “o tal vez va rimando su tristeza y dolor” (Al morir de las tardes), “porque aquí va dejando lo más querido” (Cenizas), “como si fuera huyendo de mi propio destino” (Almas gemelas), “y tu pasión va devorando mi alma” (Naufragio de amor), “irse alejando mientras muere el día” (Emoción vesperal).

   En cuanto a “mandar” y “dar” como auxiliares de un gerundio, los estudiosos coinciden en otorgarles filiación quichua. Lo hizo un eminente filólogo, Honorato Vázquez, en REPAROS… (1934), con algunos ejemplos tomados a la quichua: dame trayendo, dame llevando, dame hablando. Lo hizo Toscano al hablar de un gerundio de cortesía o timidez e ir ofreciendo luego varios calcos del quichua: dar haciendo, mandar hablando. Asimismo, en SINTAXIS HISPANOAMERICANA (1945; versión española, 1969), Charles E. Kany consigna el uso de “mandar” y “dar” más gerundio con frases extraídas de nuestra literatura indigenista: da trayendo, da viendo, da teniendo. En EL HABLA DEL ECUADOR (1995), C. J. Córdova califica a tal función auxiliar como extraña al español castizo. Casi todos coinciden, empero, en que aquellas perífrasis atenúan la fuerza impositiva del imperativo: “dame pasando” en vez de “¡pásame!”; revelación de una forma de ser ancestral.

   Cabe añadir algo sobre la seducción con que el artista engasta este recurso en la poesía: “Así, avisa. Di. Da diciendo. Dios te pague” (Dávila Andrade). Granizo Ribadeneira va demorando el final de sus premoniciones (“Muerte y caza de la madre”) con esta conmovedora acumulación de gerundios: ”Amada, descendiendo / por tus aguas y tierras, sollozando, / me estoy como viviendo, / reclamos afilando / a mi vivo morir que va tardando”.

   No hay, pues, novedad en lo que la señora Manuela Picq ha deslizado en las redes: “Sabías que ´voy volviendo´ es una estructura gramatical Kichwa? (…) Los ecuatorianos hablan español en Kichwa. Y no lo saben. Ni lo quieren saber”.

   Pero ocurre que hablamos también en latín (de allí proviene el 70% del léxico español y la sintaxis); en ocasiones lo hacemos en griego y, de vez en cuando, con el golpe de viento de los sonidos árabes. Y no lo sabemos.

 

 

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