Siempre hay noticias buenas, medio buenas y malas. A unas y otras hay que valorarlas, juzgarlas, comprenderlas o rechazarlas, más si tienen relación con el bienestar colectivo.

Fue esperanzador ver el 27de julio una unidad tranviaria por el centro histórico antecedido y seguido por bandas musicales, banderas y saludos. Comienza a terminar el suplicio del cierre de calles en Cuenca. Pero hubo también gente que reprobó el paso de la máquina a la que asocian pérdidas en sus actividades particulares y negocios. Ya nada puede cambiar: no queda más que convivir con el tranvía. Lo malo sería que el espectáculo del tranvía fuese un inicio de campaña política. Al paso, vale aprobar el trabajo profesional y técnico de la empresa francesa ejecutora de la obra, de la que nadie se acuerda.

El tema minero divide a sectores sociales, especialmente campesinos, del cantón Cuenca. Posiciones recalcitrantes de defensa del agua van porque la riqueza aurífera quede sepultada por siempre en las montañas.Y hay defensores de la minería que reclaman su adecuado aprovechamiento. Una posición razonable espera una mediación que mire los intereses de uno y otro bando. Pero no puede seguir por siempre la confrontación.

Hace pocos años el Presidente Correa acusó al legislador azuayo Osvaldo Larriva de no pensar en forma apropiada porque adolecía de una grave dolencia de salud. Y muchos enfermos de cáncer protestaron porque se sintieron ofendidos. Recientemente, ya ex mandatario, ha dicho que su sucesor, por andar en silla de ruedas, tendría amarguras. Los dos casos muestran que la pasión política enceguece, ofusca, ofende, y merece rechazo.

 

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