Amo amor tus designios

tu salvaje mariposa

que une la flor distante

y la boca de los muertos.

 

Sé que debo desaparecer,

que la noche apagará la cal de mis huesos,

que mi terrón disgregado

volverá al callado pasto

y que comenzaré las milenarias transformaciones

que unen en un círculo

el despojo del ave

a las constelaciones que vendrán.

 

¿Pero debe también desaparecer,

estrella, tu luz que iluminaba

mis pupilas de niño?

¡ Corona de los árboles!

¡pedazo de la noche temblante

desconocida y sola

que doblegas mi corazón!

 

Tierra silenciosa

que dormías bajo mis pasos

cuando tornaba de las colinas,

oigo todavía tu llamada,

a mis espaldas enmudece tu lengua,

tu paráiso, el estandarte de fuego de los maizales

los pájaros y las semillas dormidas

en tu profundo seno,

tus montañas que la noche temprana  

oculta en una venda de misterio.

Te miro amor

las palmas de las manos,

como en una llanura,

veo tus azules venas descendiendo

como ríos,

que unen las fragantes manos del sembrador,

del alfarero

que hace girar en su riega

los miles de formas del delirio de la tierra,

con las de las hilanderas

inmóviles entre el sueño de las tumbas y las montañas.

 


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