El flamante Presidente de la Cámara de Industrias, en su despacho
Roberto Maldonado preside la Cámara de Industrias de Cuenca desde el 28 de febrero pasado. Piensa cumplir su responsabilidad pensando en los sectores empresariales y laborales, complementarios, que impulsan una de las actividades motrices del desarrollo local y nacional
Su presencia en la más alta investidura institucional es el reconocimiento a una trayectoria laboral desde la adolescencia y de la que se enorgullece. En los últimos veinte años ha estado en los directorios de la entidad. Su padre –también Roberto- tenía un modesto taller de carpintería que a él le inspiraría crear la fábrica de muebles Colineal, acaso hoy la más grande del país, con lujosas tiendas en ciudades ecuatorianas y del exterior.
Es hombre forjado en los retos. La educación secundaria la hizo en un colegio nocturno para trabajar el día y se graduó de ingeniero comercial en 1997, después de 25 años de egresar, porque el trabajo interfería en los estudios. La mejor universidad fue su propio esfuerzo. Él conoció de explotación a los obreros, de desempleo, de carencias, lecciones que le permitieron superar escollos y emprender desafíos. De 1996 a 1998 fue a residir con su familia en Estados Unidos, para perfeccionar el idioma inglés, que mucho facilitaría la promoción de su negocio.
Su empresa ocupa amplios espacios del Parque Industrial de Cuenca, donde está presente en el ajetreo intenso de todos los días, como un trabajador más, amigo de los “compañeros” de la fábrica. Para llegar a la situación actual, ha sufrido vicisitudes y hasta incendios que luego de apagarlos fueron advertencias para corregir errores y actuar con más seguridad. Es hombre que incentiva a la superación de los trabajadores, convencido de que al esfuerzo corresponde el éxito, que no es tanto hacer fortuna, sino ser útil a los demás y tener tranquila la conciencia.
AVANCE le entrevistó en mayo de 2001 para hablar sobre él y la fábrica en la que, como buen hijo de carpintero, supo dar en el clavo. Ahora lo hace otra vez, para hablar con el dirigente de la Cámara de Industrias. Entonces y ahora, su pensamiento es el de que los retos y el esfuerzo propio son los mejores ingredientes para progresar en lo que uno se propone.
¿Lo positivo y negativo del gobierno de Correa para el sector industrial?
Han sido diez años sin una actitud amigable. No se ha hecho nada de infraestructura industrial para Cuenca. Las carreteras han mejorado, pero si se compara las vías de Ambato a Quito con las de Cuenca a Ambato, la diferencia de calidad es enorme. Lo positivo es que aprendimos a no esperar nada y crecer con esfuerzo propio. El sector industrial local surge como un desafío de los empresarios que invierten aquí y dan empleo a la gente. No necesitamos ayuda, sino que nos dejen trabajar, que no nos estorben.
Edificio de la Cámara, en el Parque de la Madre |
¿Qué expectativas tiene la Cámara frente al actual gobierno?
Estamos optimistas. Hay una actitud abierta, especialmente en contra de la corrupción, para que predomine la ética y la moral. Esperamos que el gobierno del Presidente Moreno sea un ejemplo en el buen manejo de la economía. Además, que considere a nuestro sector como parte de la estructura de la ciudad y de la sociedad, pues en los últimos diez años se lo dejó de lado, como si no fuera parte integrante de la economía.
¿Cómo afectó la corrupción al sector industrial?
El dinero de la corrupción está fuera, sin generar beneficios, sino perjuicios. La corrupción ha destruido la moral de la gente, impidiendo que se arriesgue a invertir, creando desconfianza hasta sobre el destino de los impuestos que todos pagamos al estado. Un país sólo avanza cuando hay democracia y se respeta la institucionalidad.
¿Cuenca necesita un nuevo parque industrial?
La educación tiene locales para escuelas y colegios. Para el deporte hay coliseos, canchas y estadios. Para la salud, hospitales. Pero los industriales del Azuay no tenemos terrenos y áreas físicas para crecer. Es preciso que el gobierno, las autoridades locales y los empresarios nos unamos para encontrar soluciones. El Parque Industrial de Cuenca está saturado desde hace 20 años y si queda algún sitio el precio del terreno es prohibitivo. Hay jóvenes industriales que quieren montar sus fábricas en otras partes, pero los vecindarios lo impiden con pretextos como la contaminación. En Quito y Guayaquuil, como en Perú, Colombia y otros países, hay facilidades para ubicar nuevas industrias.
¿Hay una relación de la Cámara con la Universidad?
Mantenemos diálogo con las universidades. Está ejecutándose un proyecto espectacular con apoyo de Alemania para el Trabajo Dual, para que los estudiantes practiquen en las empresas. La capacitación asegura el trabajo para el futuro y 200 jóvenes ya están involucrados.
¿Hay crisis en la industria cuencana?
El sentido emprendedor está en los poros de los cuencanos, que trabajan por la ciudad y el país, empeñosos, honorables. El mercado local es pequeño, pero pensamos en el ámbito nacional, como Indurama, la llantera Continental, Nutrileche, Colineal, las cerámicas y muchas industrias que inclusive tienen mercados internacionales en Colombia, Perú, Panamá, Estados Unidos o Europa. Frente a las crisis hay dos opciones: aprovechar para superarla, o desaparecer. Lo primero es lo que se hace en Cuenca.
¿Se debe estimular que vuelvan los migrantes e inviertan en el país?
Ellos deben fijarse metas y aprovechar de las oportunidades, traer tecnología para implantarla aquí. Muchos industriales aprendimos de lo que se hace en Estados Unidos, en Alemania y otros países desarrollados. Es una mala señal para quienes quisieran retornar el pago del 5% por la salida de capitales o el anticipo de un impuesto a la renta del que ni se conoce su monto. Son necesarias reformas legales, como el Código del Trabajo, que beneficia a quienes tienen empleo e ignora a quienes no lo tienen. Nadie quiere tener más obreros de los que necesita, pero las leyes son muy rígidas y con flexibilidad se podría dar trabajo a más gente.
¿Algo que quisiera añadir?
Creo que es bueno ser empresario. Yo aspiro a través de la Cámara contar a la gente que de un taller modesto hicimos una gran compañía que se ha expandido en 42 años y da trabajo a más de mil personas. No es malo tener hambre, pues nos induce a buscar comida. Hay bellas historias de empresarios nuestros y de otras partes que de pequeños talleres hicieron prósperas empresas. El dinero no debe ser el fin del empresario, sino servir a los demás por convicción. El resto viene por añadidura. No hay éxito que no esté antecedido de algún fracaso, pero sin ese fracaso no se habría buscado el éxito. Las mejores lecciones provienen de algún fracaso superado a fuerza de voluntad y sacrificio.