La Plaza de Cataluña, en el corazón de Barcelona, desde donde parte La Rambla, escenario del atentado terrorista. |
Un espacio alegre, lleno de colorido y en permanente ambiente de fiesta y de cultura, se transformó súbitamente en escenario de sangre y muerte que sumergió en dolor al pueblo catalán
El fanatismo islámico convirtió en cementerio a la avenida Las Ramblas, de Barcelona, España, el 17 de agosto: Younes Abouyaaqoub, de 22 años, arrolló con una furgoneta a la multitud paseante por la vía siempre alegre, repleta de artistas callejeros, grupos musicales, estatuas vivientes y profusión de objetos que apetecen como recuerdo los turistas del mundo.
La emblemática calle, desde la Plaza de Cataluña hasta el puerto donde se erige una alta columna con la estatua de Cristóbal Colón, con una mano extendida en dirección a América, es uno de los sitios más atractivos y coloridos de la capital catalana. De súbito, el paso zigzagueante y veloz del carro que embistió a la gente, dejó 13 cadáveres –tres personas más morirían después- y alrededor de un centenar de heridos. El fanatismo islámico es capaz de convertir en arma mortífera cualquier herramienta u objeto de pacífico uso cotidiano.
El hecho, reconocido por el Estado Islámico como de su autoría, estremeció al mundo. En Europa se calcula viven más de 50 millones de musulmanes y en España alrededor de dos millones, la mitad de ellos en la provincia de Cataluña, con su capital Barcelona. La creciente población islámica es un fenómeno que preocupa a Europa y al mundo para buscar estrategias que permitan la convivencia adecuada con esta realidad que se encuentra en un avance sin retorno y, sobre todo, para prevenir con políticas adecuadas las amenazas de la guerra sin aviso de las células terroristas.
Younes Abouyaaqoub, joven cuya sonrisa parecería contradecir la carga inhumana de odio que le llevó a cometer el horrendo crimen. |
De Aboauyaaqoub, un tranquilo joven, de brillante trayectoria estudiantil y con un título de electromecánico, nadie sospechó su enrolamiento en los programas terroristas del Estado Islámico y fue una gran sorpresa para sus familiares y vecinos enterarse de que fue el, precisamente él, quien condujo el vehículo que sembró de cadáveres el paseo más atractivo de la capital catalana.
El mundo condenó el criminal atentado contra España y contra la civilización occidental, pues constituye parte de una cadena de hechos terroristas que van produciéndose, en forma sorpresiva, en Europa y los Estados Unidos, con acciones suicidas de elementos del Estado Islámico dispersos por el mundo.
Es una suerte que en el fatal episodio no hubiera víctimas del Ecuador, pues es frecuente ver allí a artistas con vistosos atuendos e instrumentos tradicionales, dejando admirar la música nacional a los turistas del mundo. También a artesanos exhibiendo sus ingeniosos productos, ropajes y objetos decorativos.
El sacerdote barcelonés Santiago Martín, en una homilía en memoria de las víctimas del atentado, adjudicó parte de la culpabilidad de lo acontecido a la indolencia de la autoridad municipal de la ciudad, por hacer caso omiso de las advertencias emanadas del gobierno español, para que los sitios públicos, calles peatonales y sitios de grandes concentraciones humanas, fuesen protegidos con elementos que cierren el paso a posibles atentados. Acusó a la Alcaldesa de Barcelona, quien habría afirmado que esas protecciones atentarían contra la libertad, “pero la libertad de los criminales”, acusó con energía, por lo que de alguna manera asignó a la autoridad “complicidad con los asesinos”.
Las esculturas vivientes son expresiones de arte, belleza y originalidad con la que se hace cultura en La Rambla de Barcelona. |
Se incluye en estas páginas fotografías de la ciudad de Barcelona y de la calle La Rambla, escenario del conmovedor episodio terrorista.
Ciudadanos del mundo, inclusive del mundo islámico, condenaron el atentado cometido contra el pueblo español.