Los temas sobre la corrupción acaparan los espacios periodísticos y el comentario popular en las casas, en las calles, en los sitios públicos y privados. Pocas veces un tema ha sido más persistente en la vida cotidiana, aunque no ha provocado reacciones colectivas de protesta en las calles, como por causas de menor importancia, se han dado en tiempos anteriores.
No obstante, el debate sobre la implicación de altos funcionarios del anterior gobierno –incluido el Vicepresidente de entonces y de ahora- va generando niveles de beligerancia que podrían alterar el orden público con enfrentamientos entre compatriotas de diversas tendencias de opinión. Algo ocurrió ya cuando simpatizantes del Vicepresidente agredieron a un dirigente político que no hacía sino ejercer el derecho que le asiste para reclamar justicia.
Hasta ahora este caso se ha desarrollado en un ambiente de indiferencia o indolencia del conglomerado social. Tampoco está bien. Pero preciso es que, al agudizarse las tensiones y subir el ánimo de los involucrados, se evite actitudes que en vez de vigilar el trabajo judicial y de investigación, los entorpezcan.
El papel del Fiscal General y de la Corte de Justicia, con imparcialidad en el tratamiento del caso y estricto apego a las normas legales, garantizará llegar al término justo, para que se conozca la verdad sin dudas, que se libere de culpa a los inocentes o se sancione con el máximo rigor a los culpables, como espera el pueblo ecuatoriano.