El Ecuador entra en la segunda fase de la campaña para concretar la votación de los candidatos presidenciales que accedieron a la segunda vuelta en las elecciones de febrero anterior. La expectativa de los primeros resultados continúa y se acrecienta, por lo que vale pedir a los líderes políticos y a sus adherentes que este período de trascendencia histórica decurra con serenidad, madurez, reflexión y patriotismo. Lo que está por delante es la suerte del Ecuador.
Una suerte sobre la que el papel del electorado es preciso se juegue con ponderación y serenidad. Los intereses del pueblo usualmente son ingredientes del discurso político cuyo eco termina con la posesión de las autoridades escogidas, pues luego ese pueblo es convidado de piedra en los banquetes oficiales.
Los candidatos en contienda representan, dentro de esos intereses populares, polos casi diametralmente opuestos, por el contenido de sus ofertas desmedidas y por la rivalidad lindante en la agresividad con la que marcan sus diferencias. Es de clamar porque se frene la virulencia que lleva a la violencia, al juego sucio que tanto se condena en el deporte y se lo practica sin rubor en la política.
Por responsabilidad política, por ética y por todos los motivos, los candidatos deben hablar con sensatez y realismo, sin ofertas demagógicas, prometiendo lo que cumplirían si triunfan en las urnas electorales. De lo contrario, esta segunda vuelta electoral no pasará de ser un cruel engaño al electorado.