Una gran barba le imprime a la escultura el indiscutible rasgo de madurez, confundiéndose con abundantes rizos que caen de una cabellera que enmarca perfectamente el rostro de este ser desconocido. Dada la preponderancia de la mitología romana, se puede pensar en un dios
Caminemos por las calles de Roma por un momento. Usted dirá que su imaginación no le traiciona porque tiene la seguridad de que se siente atrapado por la visión del Coliseo Romano, del Foro Romano, de la Plaza Navona, de la Fuente de Trevi. Y es que sin duda estos son los monumentos icono de la capital italiana. Sin embargo, esta visita tiene una connotación muy interesante.
Vamos a dirigirnos por detrás del Coliseo Romano hacia las calles que, menos transitadas, conducen hacia el Circo Massimo. Diagonal al circo, vemos una calle llamada Via della Greca, donde se ubica la Iglesia de Santa María in Cosmedin. Esta antigua iglesia bien puede ser motivo de otra ocasión en que escojamos adentrarnos en ella.
Esta vez, quedémonos afuera, justo a la entrada. Usted ve una larga fila de turistas y se pregunta cuál es el atractivo tan particular. Se trata de una escultura de aproximadamente 175 cms. Considerando que Roma sobresale por lo colosal de muchos de sus monumentos, parecerá que con una mirada basta. Sin embargo, la gente no hace cola solamente para ver esta escultura tan particular. La cola se debe al deseo de tomarse una foto con la mano adentro de la boca de la escultura. La ‘Bocca della Verità’ está hecha de mármol. Es una cara masculina cuyo gesto denota horror, sorpresa negativa, quizá hasta un poco de enojo. Sus ojos, nariz y boca están configurados sobre el mármol mediante un trabajo de labrado que los convierte en agujeros, siendo el de la boca el más prominente. Una gran barba le imprime a la escultura el indiscutible rasgo de madurez, confundiéndose con abundantes rizos que caen de una cabellera que enmarca perfectamente el rostro de este ser desconocido. Dada la preponderancia de la mitología romana, se puede pensar en un dios.
Se sabe con certeza que esta interesante escultura fue colocada en la iglesia en el año 1632. Lo que no se sabe es cuál fue su propósito original. Data del siglo I y por su ubicación original cerca de las cloacas, se cree que fue parte del sistema de desfogue. Igualmente, se han fabricado leyendas sobre su existencia, siendo la más popular aquélla que involucra la infidelidad de una mujer a su esposo, quien le habría hecho colocar la mano dentro de la boca de la escultura a fin de comprobar si le había sido infiel o no. La idea era que la escultura mordería la mano de la mujer si mintiese. Cuenta la leyenda que la infiel mujer fingió desmayarse antes de poner su mano dentro de la boca. Al instante, apareció su amante para ayudarle a levantarse. La mujer juró entonces a su marido que nunca había estado en brazos de otro hombre que no fuera él y del hombre que acababa de ayudarle. El hombre era su amante, lo cual ignoraba el marido. Técnicamente hablando, ella no mintió al nombrar los únicos dos hombros en cuyos brazos había estado. Por eso, la boca no mordió a esta mujer.
Más allá de la leyenda que no pasa de ser eso, el único dato certero encontrado en antiguos manuscritos, es que la escultura se usaba en el siglo XI a manera de oráculo. Esto no es de extrañar dado que el aspecto del rostro da la idea de mucha sabiduría, quizá por la avanzada edad que aparenta. Además, la creencia en oráculos en la época era común.
Independientemente del origen de la escultura, es interesante cuánta gente atrae. Esa fascinación que tiene el ser humano por el miedo y la posibilidad de lo inaudito, hace que la gente pruebe con su propia mano. Los turistas se acercan a la boca con cautela cuando van a meter su mano en ella, en parte porque el público mismo aviva la creencia de que la boca morderá a quien haya mentido. Digamos la verdad: de ser esto posible, nos mordería a todos. ¿Quién no ha mentido, miente y seguirá mintiendo? Lo hacemos a menudo para no herir los sentimientos de los otros, sobre todo si nos preguntan algo que nos pone en compromisos. Se lo hace en los discursos públicos para quedar bien, en el trabajo o en el estudio para excusarse por cualquier error, etc.
Obviamente, esta indefensa escultura de mármol jamás muerde la mano de nadie. Si bien cada vez es más conocida su presencia en la iglesia, es de esos sitios que muchos no ponen primero en la lista. No obstante, una vez encontrada su ubicación, la fascinación que causa la idea de ser mordidos por una escultura de mármol llama la atención de quienes pasan por Roma con su propia verdad o mentira dentro de sí mismos. En todo caso, nadie será mordido.