Aquí, yace Rafael Correa Delgado. Fue Presidente del Ecuador. En su vida, hizo el bien e hizo el mal. El bien, lo hizo muy mal. Y el mal, lo hizo muy bien.
 
Epitafio supuesto. Circula en las redes sociales.
 
 
Después de dos siglos de independencia, no hemos alcanzado a ser un país serio. Adolecemos de muchos males. Somos adolescentes… (Ese facilismo de culpar a los otros…) En lo político, no hemos aprendido a conducirnos y a gobernarnos bien. En definitiva, no hemos podido construir una democracia. Y seguimos insistiendo en los caudillismos elementales y en los populismos
 
Nuestro país vive, hoy día, en plena confusión política. Nada raro. Sólo se acentúa una vieja tendencia: la que hemos llamado el principio de Viteri. (En el Ecuador, todo tiende a volverse confuso. Juan Viteri Durand, maestro y periodista quiteño.) Pruebas al canto. Para el oficialismo, la “década ganada” -- expresión que se copió a Cristina Kirchner -- nos trajo prácticamente al paraíso terrenal. Para la oposición más dura, en cambio, estamos caminando, sin duda, hacia el Infierno. ¿Cómo se pueden explicar unas percepciones tan extremadamente contrapuestas? Pues, por los valores, las creencias, la coyuntura y la poca capacidad crítica. Adelante. 
 
   Si usted cree que la libertad es el supremo valor social y político, no tardará en darse cuenta de que el Socialismo del Siglo XXI es una verdadera y general catástrofe. Si, de otro modo, usted cree que la igualdad ocupa tal lugar, quizás tienda a ver a los socialistas y a los populistas con ojos bastante benévolos. Y, luego, a perdonar -- más o menos generosamente -- todo lo malo por todo lo considerado bueno… Y, en lo público, – hablando mucho y de muchas cosas --, la argumentación se volverá bizantina, inútil, tediosa o fastidiosa. (La síntesis socialdemócrata – justicia social con libertad – no se aplicó, como debía hacerse, en tiempo oportuno; y, hoy, ya ni siquiera se la menciona. Nos hemos ido corriendo a los extremos…) Además, a la confusión, se suma el conflicto. El país está enfrentado, dividido; amargamente dividido. Y esto es, precisamente, lo peor que nos puede ocurrir. A todos…; incluidos aquellos que – con trasnochado entusiasmo – celebran un triunfo escaso, dudoso y pírrico. Bueno… He ahí lo que tenemos…
 
    Y, ahora, detengámonos. ¿Para qué? Pues, para mirar el camino que hemos recorrido y el que tendremos que recorrer. Veamos… Después de dos siglos de independencia, no hemos alcanzado aún a ser un país serio. Adolecemos de muchos males. Juguemos con las palabras: Somos adolescentes… (Ese facilismo de culpar a los otros…) En lo político, no hemos aprendido a conducirnos y a gobernarnos bien. En definitiva, no hemos podido construir una democracia. Y seguimos, por ello, insistiendo en los caudillismos elementales y en los populismos. Al respecto, Correa no representó – como ha pretendido – ni un cambio de época, ni una época de cambio. Es, en el fondo, sólo más de lo mismo; y, desgraciadamente, hasta con menos calidad… (Menos inteligente y preparado que Velasco Ibarra; menos tarimero-- orador de base, agitador -- y audaz que Abdalá Bucaram… Compararlo con Eloy Alfaro es un franco despropósito: El Viejo Luchador alcanzó niveles de revolucionario y estadista; y fue, indudablemente, un hombre valiente. / Palabras más, palabras menos, Juan Cuvi, en EL COMERCIO, de Quito.) Y, en últimas cuentas, Correa fue muy negativo: Acabó con la incipiente civilidad que teníamos. Hechos. Debilitó más aún a los partidos políticos; dañó a las Fuerzas Armadas; recortó el laicismo; terminó con las elecciones honradas; liquidó la división de poderes; descartó los intentos de descentralización; hizo reformas improvisadas y extravagantes; administró mal, construyó caprichosamente, derrochó…
 
   ¿En dónde está, entonces, la Revolución Ciudadana? Pues, no la hay, señores. Lo que tenemos es una neta involución política. En un sentido muy real, hemos vuelto al Garcianismo; pero no a un garcianismo ilustrado y patriótico, sino a uno ordinario y chapucero. Únicas diferencias con todo lo anterior: En un principio, éste fue un gobierno rico: la bonanza petrolera… Y, sobre todo, supo armar una enorme maquinaria propagandística. (Lo que agigantó su imagen; y le dotó de un “relato” sesgado y distorsionador, que ha sido capaz, incluso, de escamotear la realidad…; intelectuales flojos, permisivos y colaboracionistas, mediante…) La terrible yapa: Gracias a los cubanos y otros amigos, Correa dispuso de un eficaz sistema de espionaje, control político y represión. En pocas palabras: La Revolución Ciudadana fue un tradicional populismo latinoamericano, fortificado con procedimientos totalitarios.
 
   Y -- para mucho peor – el mundo ha cambiado; enormemente. Los Estados Unidos ya no son lo que fueron. ¿Quién hubiera podido imaginar que se latinoamericanizaran? (No en lo humano y cultural, que siempre fue parte constituyente de lo suyo; sino en el bajito aspecto del populismo.) Y que renunciaran, voluntariamente, a una significativa porción de su influencia… China y Rusia – con renovadas fuerzas – favorecen el dictatorialismo internacional. (Y, -- en cierta manera – replantean la sigloventina Guerra Fría.) La India y el Brasil no ejercen aún la función geopolítica que les corresponde. Europa tiene crecientes dificultades para sostener su democracia y su prosperidad. El Oriente Medio y los países árabes son focos de fanatismo, violencia y guerras. La ONU y la OEA funcionan a medias; o casi no funcionan… El comunismo – hoy “progresismo” -- es una antigualla ideológica; pero aún influye en América Latina. La educación general y el estado de bienestar ya no garantizan, en ninguna parte, el progreso de las naciones. (Ambos deben ser revisados.) Avanza la irracionalidad política. (Entre los varios casos, esa Venezuela grotesca, injustificable y aparentemente irremediable…) Las migraciones – necesarias en un buen número de países – no se manejan en forma adecuada. La tecnología cambia el mundo; y cada vez más rápido. El futuro es nada más que una serie de incógnitas… No hay visiones claras; y menos aún propuestas. Domina una generalizada impresión de peligro e inseguridad.
 
   Y saquemos, aquí, las conclusiones que corresponden. (¿Se acuerdan ustedes, a propósito, del joder de Vargas Llosa? La idea de que, en ciertos momentos cruciales, los países se echan a perder…) Bueno, los ecuatorianos nos rejodimos en las décadas del ochenta y el noventa; cuando no fuimos capaces de establecer unas políticas de estado, que nos llevaran hacia un desarrollo sostenible. (Ya nos habíamos jodido, anteriormente, en la década del veinte; cuando se agotó la Revolución Liberal. Una joda de la que nunca nos recuperamos del todo…) Se creó, entonces, un vacío; que fue llenado por el populismo revolucionario. (Ése que acabó, de mala manera, con el suburbio, la calle, los motines indígenas y la universidad militante... Hoy día, Guayaquil ya no pone gobiernos; ni Quito, los tumba… Las cosas se han vuelto mucho más complejas.) El Correísmo ha arraigado y ha crecido; y tiene fuerza para rato. (Acordarse, por similitud, de nuestros casi cuarenta años de Velasquismo; y del mutable y muy perdurable Peronismo argentino.)
 
   ¿No le gusta a usted esto? Bueno, a nosotros, tampoco. ¿Peor que lo de antes? ¡Quién sabe! ¿Y qué va usted a hacer? ¿Confiar en que la buena suerte nos cambie el rumbo…? (¿Cosa de pendejos…? Quizás, no tanto… El azar cuenta… ¿Qué tal los golpes militares? Siempre posibles, impredecibles, volubles; y, a veces, decisivos.) ¿Largarse…? Claro; a cualquier otro país, donde haya un mejor clima social y político. (Afortunados los que pudieron marcharse a tiempo…) ¿Luchar por la libertad; como aconsejaba Don Quijote? ¿Ir construyendo, poco a poco, una nueva democracia; una labor de gigantes, que bien podría consumir el tiempo de una generación? (Por ejemplo: Empezar formando unos renovados partidos políticos…) ¿Y quién tiene, hoy día, los argumentos, los recursos y los ánimos para hacerlo? ¿En fin, se doblegará usted y aceptará lo que hay; por aquello de la dureza de la vida, de lo que supera nuestras fuerzas, y de los tiempos cambiantes? Bastante lamentable… Pero, ¡qué hacer! En éstas, estamos. Y así estaremos, muy probablemente, en el futuro previsible.
 
 
 

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