Para el gobierno, al parecer, el haber sido en algún tiempo socialcristiano determina una especie de pertenencia ontológica a esa agrupación. Es decir para siempre, aunque esos primitivos socialcristianos, por los avatares de la política, hayan pasado del PSC a otros partidos, entre ellos PAIS

L  a campaña electoral, que en pocos días llega a su fin, ha transcurrido entre las denuncias y los silencios en torno a los temas de corrupción gravitantes, el llamado caso Peroecuador y el caso Oderbretcht. El Gobierno, que como “gato panza arriba”, se ha defendido con uñas y dientes de las insinuaciones, directas o soslayadas, acerca de sus presuntas responsabilidades en ambos bullados escándalos, y como la mejor defensa es el ataque según las reglas del Kung Fu y otras artes marciales, que se pueden aplicar perfectamente a la lucha política, ha acusado a su vez a todos los implicados en el caso Petrocuador nada menos que de ser parte de una “mafia” socialcristiana orquestada por Carlos Pareja y por los dos Charlies Pareja, hoy en estado prófugo de la justicia.
 
   Para el gobierno, al parecer, el haber sido en algún tiempo socialcristiano determina una especie de pertenencia ontológica a esa agrupación. Es decir para siempre, aunque esos primitivos socialcristianos, por los avatares de la política, hayan pasado del PSC a otros muchos partidos, entre ellos PAIS, sea como simpatizantes o parte de su gobierno. Esto último causa verdaderas urticarias al régimen, que trata de exorcizarse mediante la atribución de todas las culpas corruptas a los inefables socialcristianos y, por supuesto, a los hermanos Isaías, convertidos en las “bestias negras” del gobierno, sobre los cuales cargan todas las culpas.
 
   En cuanto al caso Odebretch, que espera el listado de los famosos nombres de los sobornados, de parte de las autoridades de justicia de los EE.UU., el gobierno no tuvo mejor oportunidad que desviar la atención hacia Mauricio Rodas y su extraño asesor que no cobraba ni un centavo, que no había sido contratado ni nada por el estilo, de parte del municipio capitalino, y que mantiene presuntamente líos pendientes con el SRI.
 
    Hacia allá fue desviado el río de las sospechas desde el oficialismo, tratando de mantener al margen de toda sospecha de sobornos a su administración. ¿Lo conseguirá en el encrespado mar de denuncias y contra-denuncias de la presente campaña? Hasta ahora, el régimen ha actuado con habilidad en cuanto a desviar las lupas del escrutinio, o mantenerlas en estado de virtual parálisis, pero nadie puede asegurar que en las semanas subsiguientes de la campaña no vayan a darse sorpresas.
   
   Las denuncias de corrupción en la justa eleccionaria constituyen un ingrediente tóxico, que por igual ha sido lanzado sobre el gobiernismo y encima de la oposición de CREO y Socialcristiana, a tal punto de que una de esas “pedradas” fue a dar en los venerables bigotes de Jaime Nebot, el mentor de la candidatura de Cinthya Viteri, y el burgomaestre guayaco tuvo que ir a la Fiscalía para exigir se abra el caso para demostrar su inocencia.
 
  Entre tanto, opositores y gobierno desfilan ante el Departamento de Justicia de Washington, supuestamente para pedir los incógnitos nombres de los sobornados por la Odebretch. Una tensión sin límites envuelve la espera del célebre, tristemente, por supuesto, listado a conocerse en campaña electoral.
 
 

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