En enero entra el invierno en New York y la ciudad se ve azotada por tormentas de nieve y un frío húmedo que empeora la crudeza de la estación. La gente que vive en las calles, que se refugia en albergues o vive en pobreza extrema, se enfrenta con la dificultad de salir a buscar comida con semejante clima
Una impactante lección es la que nos da la historia de esta fundación en New York. Se trata de ‘Canstruction’. Este particular nombre representa muy bien la creatividad que posee el grupo de arquitectos e ingenieros neoyorquinos que fundaron la organización motivo de este artículo. El nombre semeja la palabra ‘construcción’ pero incluye la palabra ‘can’, que significa ‘enlatado’.
Retrocedamos a 1992. En una ciudad de grandes contrastes como es New York, un grupo de profesionales, arquitectos e ingenieros, se conoce y compagina porque, entre otras cosas, sus miembros tienen en común la preocupación que aqueja no solamente a su ciudad sino a todas en el mundo: la gente que no tiene para comer a diario. Cuando en enero entra el invierno en New York, la ciudad se ve azotada por fuertes tormentas de nieve y un frío húmedo que empeora la crudeza propia de la estación. La gente que vive en las calles, la que se refugia en albergues, o la que vive en condiciones de pobreza extrema, se enfrenta con la dificultad de salir a buscar comida con semejante clima. Frente a este problema, el grupo de amigos decide encontrar una forma de contribuir con su sociedad a la vez que pone en marcha un proyecto de apoyo a los artistas locales. Se dedican a enviar cartas a universidades, museos, etc. solicitando el espacio y la difusión de su convocatoria a participar en un evento contra el hambre. El evento comienza en diciembre con la inscripción de variados grupos de artistas.
Cada grupo inscrito debe recaudar la mayor cantidad posible de comida enlatada mediante donaciones. El grupo de artistas no puede, sin embargo, reunir cualquier tipo de enlatado. Tiene que diseñar un proyecto artístico, indicando el número de enlatados y el tipo requerido ya que con éstos tiene que llevar a cabo la ‘construcción’ propuesta. Valga como ejemplo, en el año 2009 un grupo de artistas ideó construir dos osos polares, por lo que sus enlatados tenían que ser blancos. De manera similar, quienes propusieron construir un sapo necesitarían enlatados de color verde. El tema de la construcción es libre.
Una vez disponible el material, los artistas se ponen manos a la obra y ya desde enero pueden comenzar a construir sus diseños. El trabajo requiere no solamente creatividad sino estrategia. Recuerde usted cuando en su niñez, si alguna vez quiso construir un castillo con cartas de naipe. Cuando ya estaba cumpliendo su objetivo, a menudo se desmoronaba el castillo. Lo mismo suele sucederles a los artistas con sus enlatados, aun si es que se valen de estructuras base o de otros soportes para mantener el diseño en pie. En pocas palabras, el trabajo no es nada simple.
Ya para febrero o marzo, se abren las exhibiciones al público y la entrada es gratis, o se puuede pagar voluntariamente con un enlatado. En abril, filántropos de la ciudad donan dinero para premiar a los artistas. Una vez que se deshacen las construcciones, los productos enlatados son donados a los albergues, barrios pobres, orfanatos, etc. Es decir que esta idea cumple con un triple objetivo: apoya el arte, lucha contra el hambre y entretiene al público.
A lo largo de 24 años, este proyecto se ha extendido a varias ciudades de Estados Unidos y a otras en el mundo. Las cifras hablan por sí solas: una novena parte de la población mundial sufre de desnutrición y/o no tiene acceso diario a alimentos. El problema no se limita a la ciudad de New York. ¿No se ve en Cuenca a gente que pide caridad? Justo por estas épocas, empezando en diciembre, suele hacerse más evidente el problema de la pobreza cuando madres acompañadas de su prole llegan a pedir comida o una ayuda de cualquier otro tipo. Cada quien sabe si se congracia o no con la gente que pide caridad. Muchos consideran que ayudar es promover la pobreza. En todo caso, los arquitectos e ingenieros en New York idearon una manera de combatir el hambre y de contribuir con ese grano de arena que, si bien se ha vuelto una expresión quizá venida a menos, en el caso de este proyecto en verdad constituye un aporte.
La lección de este proyecto no es sólo que se debe atacar los problemas sociales, sino que se debe ser congruente con el pensamiento personal. Si nos quedamos de brazos cruzados el problema no desaparece. En cambio, si nos preocupa o molesta y actuamos en consecuencia, mejoramos al menos un caso y uno solo es bastante.