El Salar de Uyuni, en Bolivia, más de 11.000 km de una planicie de sal.

Para gozar a plenitud de la libertad es necesario reencontrarse con uno mismo. Un cuencano disfruta remontándose en motocicleta por montañas y nevados más allá de donde terminan las carreteras y los caminos.

Gonzalo Apolo ha convencido a amigos o familiares para ir de cuando en cuando, en caravana intrépida, por sitios a los que no es posible llegar en la comodidad de los autos de cuatro ruedas. 

   Treinta y ocho años lleva de jinetear sobre esos aparatos de dos ruedas por los que se aficionó a los 14 años –ahora lleva 52 encima- y empezó conociendo los secretos mecánicos para desarmar y volver a armar las piezas del versátil caballo metálico, requisito indispensable para dominarlo sin temores ni riesgos.

   En la juventud conquistó campeonatos nacionales en las especialidades de Motocross, Enduro y Hare Scramble, desafiando el vértigo de la velocidad y los peligros. En la madurez ha optado por viajes en los que no compite sino consigo mismo, por sitios que conservan la pureza y el esplendor de los paisajes intactos aún no violados por la depredación humana.

   En 2014 trepó la Cordillera Blanca, partiendo desde Cuenca hasta Trujillo, Chimbote, Huaraz, en Perú, a  cinco mil metros del cerro Huascarán, con sus cúpulas de nieves perpetuas, donde se congelan las aguas de los radiadores de las motos apagadas. Compañeros de ruta fueron  Mateo Peralta, Erick Hamilton, José Valdivieso (Chawarejo)  y Pedro Moscoso. , Xavier Toral, Fernando Malo, Juan Salazar, Pablo Ortiz y Juan Heredia.

   En 2015 el viaje recorrió Perú y Chile hasta llegar al Salar de Uyuni, en Bolivia, una extensión de 11 mil kilómetros cuadrados de un espejo formado en milenarios tiempos geológicos, cuando una gran laguna habría acabado por secarse: el espesor de la capa de sal tiene hasta 130 metros de profundidad. Aquí está el 70% de reservas del litio del mundo: no hay vida animal ni vegetal, pero el encanto del entorno con montañas que se reflejan en la superficie es un espectáculo que estremece a los transeúntes fugitivos del ajetreo de los centros urbanos. La temperatura bajo cero grados hace que por las noches se congele el agua de los radiadores de las motos apagadas. La enorme planicie tiene un nombre que lo define del todo: El Espejo de Dios. En este viaje con Gonzalo estuvieron Xavier Toral, Juan Fernando Malo, José Valdivieso, Erick Hamilton, Juan  Pablo Ortiz ,Juan Jose Heredia y Hernán Alvear

   También en Bolivia el recorrido fue por el Parque Abaroa, donde las lagunas blanca, verde y colorada son un descubrimiento que deslumbra. Gigantes flamingos de plumaje rosado semejan obreros uniformados picoteando los moluscos rojos de los que se alimentan y toman color. Al fondo vigila el volcán Lincancabur, visible desde Bolivia y desde Chile, a cuyo pie explotan los géiseres, columnas de vapor de agua como chimeneas desvaneciéndose en el aire.

   La osadía de 2016 fue por Alaska, recorriendo Anchorage, Fairbanks, Cold Foot y Prudhoe,hasta orillas del Mar Ártico, atravesando sitios poblados por caribúes, búfalos y osos polares negros, de los que hay que cuidar su derecho a defender a muerte el territorio herido por el estruendo de las máquinas. El viaje lo hizo en compañía de Juan Diego Domínguez, su cuñado, en motos BMW y Kawasaki alquiladas para el duro cometido.

   Cada vez ha aprendido a ser prudente y llevar equipaje mínimo, herramientas y repuestos, medicinas para emergencia, el repelente que asusta a los osos y, el optimismo, para encarar sin miedo toda inclemencia. Ya está calentando los motores para trepar en 2018 los Alpes Suizos, seguro de que no será el último reto a los caminos, los climas, las lluvias, las temperaturas y el hielo de las grandes alturas del Planeta, donde se reencuentra consigo mismo y vive a plenitud de conciencia la libertad.