Hombres y mujeres de voz honrada se convirtieron en peatones con la poesía bajo el brazo en su única ambición de ser escuchados, de tender un puente entre una soledad y otra a manera de testimonio de vida

  El mes pasado, mientras la nación continuaba, como hasta ahora, sumida en una red interminable de escándalos de corrupción, en Cuenca, una minoría selecta y variopinta de poetas ecuatorianos e hispanoamericanos – bajo el mecenazgo de la Fundación Cultural Banco del Austro y el apoyo del Municipio de Cuenca y las universidades de la ciudad – vinieron a despertar nuestra imaginación loca y avara con la álgebra superior de las metáforas y recitar poesía en espacios públicos, museos, colegios y universidades. 

   El poeta Rubén Ackerman, murió de un infarto llevándose su galardón a las esferas celestes y dejando su poema en las aguas profundas. Ese día la luna escondió su cara y la sesión de clausura del festival se convirtió en homenaje póstumo. Un bello libro: “Batallas del Silencio” con poesía reunida de César Dávila Andrade, salió a la luz como un recordatorio anticipado al centenario de su nacimiento. Se rindió tributo de homenaje al poeta Alfonso Moreno Mora, figura del Modernismo en el Ecuador y se entregaron libros de poemas de los triunfadores del V Certamen de la Lira, los poetas Gerardo Jorge( Argentina ) y Wily Gómez ( Perú ).

   Minerva Margarita Villarreal, poeta mexicana con su libro: “Las maneras del agua” obtuvo el Primer Premio de Poesía con 30 mil dólares y una estatuilla de la lira cuyo original diseño corresponde al talento de Eduardo Vega. Los discursos de apertura y clausura del Festival fueron nítidos, cortos y claros como el agua.
En medio de todo lo que de afanoso y duro tienen estos eventos en cuanto a coordinación y programación, vale destacar, sin lugar a dudas, su carácter incluyente al lograr que la voz y el gesto del poeta se hermanen con el público en un claro intento de difundir la esencia de la poesía.

   La abstracción expresiva con su presencia insurgente e irreverente de nuevos poetas ecuatorianos e hispanoamericanos a fuerza de haberse independizado de los cánones tradicionales hicieron de la lírica un recurso conversacional sobre temas contemporáneos. Ese fue la tónica de los recitales.
   
   El hecho de que el lenguaje poético sea descubridor y desmitificador, atrevido e irreverente, sitúa a los poetas en el grupo de los que hacen de la escritura el medio para ejercer la crítica social haciendo uso pleno de la libertad bajo el riesgo, incluso, de ser censurados. Pero entre los poetas de hoy y la gente que toma en serio la poesía, existe un doloroso reconocimiento de que algo está sucediendo. Es como si la poesía hubiera perdido su peso, y por tanto su realidad y entonces su valor.

   Para algunos críticos, los poemas de hoy son inferiores a los de una generación anterior. Para otros no es sino la presencia de un nuevo poeta en América: de un poeta que con su estilo al margen de toda normatividad sabe, además, a qué hora lírica anda hoy el reloj de la poesía.

   Para el lector común o el acucioso asistente al recital, la poesía de hoy le es atroz y hasta una tomadura de pelo, y que por eso solo los poetas leen poesía y la poesía haya perdido su público.
Sin contradecir este comentario detractor vale insistir que más gente escribe y publica poesía en un espacio de extrema generosidad editorial.

   La suprema aspiración del poeta consiste en escribir poesía que se sostenga en la transparencia de la palabra y haga de las cosas más simples un poema victorioso, una poesía inteligente, bella, conmovedora. Su misión es la de restituir a la palabra su símbolo mágico, haciendo uso de la “sabiduría de la humildad”. Al fin y al cabo los poetas tienen el privilegio y el destino de escribir en metáforas y en imágenes la gracia excelsa del verbo.

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233