
Un 13 de agosto, hace 56 años, Walter Ulbricht, líder comunista alemán, logró el permiso de la Unión Soviética para construir el famoso muro de Berlín. Esto logró separar decididamente la zona este comunista de la del oeste, que no se sumaba a dicha visión.
Hoy en día se ha vuelto muy polémica la posibilidad del levantamiento de muros a fin de proteger la frontera de países como Estados Unidos e incluso Ecuador. Hay quienes comparan estas posibilidades con el muro de Berlín, criterio respetable pero infundado dado que hoy existen necesidades apremiantes de control migratorio a nivel mundial y no se trata de una separación por idiosincrasias políticas irreconciliables. Que un muro no sea la solución perfecta es otro asunto.

‘Checkpoint Charlie’ era el sitio de paso fronterizo donde se llevaba a cabo un control riguroso de las personas que, sólo con salvoconducto, podían cruzar entre este y oeste. No está por demás decir que los salvoconductos eran muy raros y tampoco garantizaban el permiso para cruzar. Lo interesante de este sitio no es sólo su relevancia como puesto de control. Además, fue allí que se fundó en menos de un año luego de instalado el puesto de control, un museo para documentar el horror de la separación. Tema aparte, el museo merece un artículo que seguirá al presente texto en una próxima oportunidad.

Un letrero en inglés, ruso, francés y alemán advierte en el lado oeste que pasado ese punto se abandona el sector americano de control, entrando pues al de influencia soviética. Hasta aquí, uno bien puede imaginarse algo parecido a un paso peatonal o a un control migratorio terrestre. Sin embargo, pongamos el asunto en perspectiva. Supongamos que se erige un muro que divide Cuenca de norte a sur a la altura del Parque Calderón. Todos los ciudadanos que viven a un lado tienen prohibición de pasar al otro. ¿Cuántas personas queridas quedan en el lado en que usted vive? ¿Con cuántas otras se queda incomunicado sin posibilidad de reunirse? Tome en cuenta que en la época no hay Internet siquiera. A la gravedad del asunto se le suma el hecho de que las autoridades no expiden salvoconductos con generosidad alguna. Ni siquiera agentes diplomáticos de países neutros lograban cruzar pese a que sus necesidades eran con frecuencia eminentemente laborales.

Hoy, dejada en la historia la separación que caracterizó a Berlín durante 28 años, los turistas posan con los soldados que portan la bandera estadounidense en posición de firme. En medio del entusiasmo que siempre despierta un sitio histórico, pareciera que el dolor humano que rodeaba a ‘Checkpoint Charlie’ no hubiera existido jamás.