La joven laboró en dos períodos en el Ministerio de la Producción: de mediados de 2015 hasta fines de 2016 y luego apenas desde marzo anterior. 
 
El crimen confeso ha estremecido no sólo a las activistas de género, sino a la conciencia de todos los hombres y mujeres.
 
    Sonia Salamea, doctora en Obstetricia, defensora de los derechos de la mujer, jamás imaginó que le tocaría explorar los ríos buscando el cadáver de Cristina, su hija, asesinada el 28 de marzo reciente. 
 
   La joven de 29 años salió esa tarde de su trabajo en el Ministerio de la Producción, en el barrio cuencano El Vergel, y no llegó más a casa. Al otro día se denunció su desaparición a la Policía, que lo que hizo fue ubicar a “Carlitos”, un joven menor a ella con ocho años, quien la llamaba con frecuencia al teléfono.
 
   El Fiscal Adrián Rojas habló de él: fue sorprendido la tarde siguiente en su oficina, una farmacia en la avenida Remigio Crespo. Su carro tenía huellas de sangre. Los agentes le pidieron guiarlos hasta su domicilio en el barrio Misicata, donde había más huellas de sangre, un revólver y cuchillos. Carlos – ya no era “Carlitos”-, confesó el crimen: la víspera recogió a la joven cerca del trabajo y la llevó a su residencia en Misicata. Luego de asesinarla, la acomodó en su pequeño carro Suzuqui, para ir a botarla al río desde el puente de Ucubamba, pocos kilómetros al oriente de Cuenca. 
 
   Marzo fue de intensas lluvias, con ríos crecidos de aguas enfurecidas que arrastraban piedras y árboles y un cuerpo humano no podía sino ser devorado vertiginosamente. En el puente desde donde Carlos habría mostrado que lanzó el cuerpo al río, quedaban huellas de sangre, según las diligencias de Fiscalía.
 
   El crimen conmocionó a Cuenca. Los familiares y aún extraños han llorado por la suerte de la joven, pues pudo ser la suerte de su familiar o ser querido, víctimas indefensas ante una ráfaga de locura de alguien incapaz de frenar los primitivos instintos que convierten en monstruo diabólico a un ser humano.
 
   Cristina estudiaba Derecho en la sede en Cuenca de la Universidad Técnica Particular de Loja. “Había sufrido infortunios, pero nunca dejó de ser jovial y alegre, amante de las cosas sencillas y hasta de los animales. Hace poco murió su perrita Malincha y eso golpeó muy duro a Crish”, según una familiar, para mostrar la gran sensibilidad de la joven.
 
   Ella también cree que el autor del crimen refleja la pérdida de valores humanos y la deficiente formación de los jóvenes, tanto en el seno de la familia como en el sector educativo. “Además –dijo- una lección para no descuidar a los hijos y tener siempre los ojos en ellos, toda la vida”.
 
   El 30 de marzo Sonia, la madre de Cristina, alternando la dolorosa búsqueda por los ríos, tuvo la valentía de ir a un plantón de familiares, amigos y gente espontánea, en el parque Calderón de Cuenca, para reclamar justicia y respeto a las mujeres, víctimas frecuentes de atentados contra su integridad y su vida. Ella no imaginó que sufriría en carne propia los terribles momentos de los que había tenido noticia en lejanas experiencias de otros…
 
   Al cierre de esta edición, la búsqueda de Cristina seguía sin resultado por los ríos que van a Paute y al oriente del Azuay, hasta el embalse del Proyecto Hidroeléctrico Mazar. Más bien, se conoció otra dolorosa noticia, de Disney Ocampo, joven madre cuyo cadáver con el corazón perforado por una bala, apareció en un sitio cercano a Cuenca . ¡Qué tiempos vivimos!”, se comenta estos días…
 

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