Panorámica de la ciudad de Cusco. 

Por Rolando Tello Espinoza

La fiereza del espíritu incaico y el poder telúrico de la naturaleza ligados en estructuras líticas, dieron forma arquitectónica a la ciudad de Cusco, capital del Tahuantinsuyo, y al complejo arqueológico Machu Picchu, dos escenarios espectaculares de las más antiguas historias y leyendas del Perú.

 
   El esplendor de la cultura incaica es preservado cuidadosamente por el Perú. Además, sus vestigios y patrimonios son motivo de atracción turística de visitantes del mundo que dejan ingresos económicos importantes al estado y a las empresas destinadas a promocionar esta riqueza. Cusco, la capital del antiguo Tahuantinsuyo, recibe más de 30 vuelos diarios de pasajeros provenientes de todos los continentes, que van a admirar sus tesoros o a recorrer el complejo arqueológico de Machu Picchu. Las catedrales, museos, templos y casas levantadas con las piedras incásicas, son visitadas diariamente por miles de personas que pagan significativos valores para ingresar en esos sitios.
 
   La visita a Lima, Cusco y Machu Picchu, es oportunidad para evocar leyendas e historias del imperio del Tahuantinsuyo y sus personajes; para valorar la sapiencia de la cultura incaica reflejada en sus construcciones, en la dotación de servicios, en sus conocimientos de ingeniería, astronomía y ciencias naturales. Constan en estas páginas impresiones y fotografías que dan cuenta de la cultura incaica y de la historia común de los pueblos andinos ligados a ella.
   
      El Dios Sol había ordenado a Manco Cápac y Mama Ocllo –su hermana y esposa-, surgidos de las aguas del lago Titicaca, que buscaran un valle fértil donde fundar un asiento imperial. Los proveyó de una varilla de oro que, donde cayera lanzada, señalaría el lugar escogido: fue Cusco, donde se levantó el Korikancha.
 
   Ellos llegaron con sus hermanos y hermanas y miembros de su pueblo. Un hermano de Manco Cápac, que se adelantó al sitio donde se hundió la varilla, quedó convertido en piedra. Allí se levantó el templo Intikancha, en homenaje al Dios Sol.
 
Complejo arqueológico de Machu Picchu, en medio del espectacular paisaje telúrico de las montañas.
 
 
   Desde Cusco se expandió el imperio incásico, en sucesivas batallas contra pueblos vecinos y distantes, por territorios que actualmente ocupan Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y parte de Argentina. El inca Pachakutik trazó con sus manos –así dicen los cronistas- el plano de la ciudad, con forma de puma, cuya cabeza estaba en Sacsayhuaman, el tronco entre los ríos que atraviesan la población, las patas en las dos plazas centrales –hoy llamadas Plaza de Armas y Regocijo- y la cola en la confluencia de los ríos al salir de la población.
 
   También trazó los sitios donde se levantarían los templos y palacios de piedra, algunos con paredes recubiertas de oro, valiéndose inclusive de maquetas de barro como modelos para los constructores y albañiles, que demoraron al menos veinte años para culminar las obras a cargo de veinte mil hombres. 
 
   Túpac Yupanqui sucedió en el trono a su padre Pachakutik y ejecutó las acciones guerreras y administrativas más importantes para la expansión del Tahuantinsuyo. En sus incursiones llegó a Quito, tras librar feroces batallas en el trayecto, especialmente con los cañaris, a quienes nunca logró someterlos por la fuerza. A su paso por esta  región llegó a Surampalli -¿Surampalti?- donde fundó la ciudad de Tumipamba –en homenaje a su panaca-, ciudad que luego se llamaría Cuenca, donde nació su hijo Huayna Cápac, que heredaría el trono luego que su padre fuera envenenado por una de las esposas en el palacio de Chinchero, cerca de Cusco.
 
   Huayna Cápac tuvo preferencia por su tierra nativa, Tumpipamba, antes que Cusco, por lo que construyó en ella edificaciones reales en el barrio ahora conocido como Pumapungo, pero la ciudad fue destruida por su hijo Atahuallapa, en la sangrienta disputa con su hermano Huáscar. Atahuallpa fue tomado prisionero en una rebelión de los cañaris, pero logró escapar, por lo que reorganizó a sus milicias y cayó sobre la ciudad a la que dejó destruida y mató a sus habitantes. Su padre había hecho algo similar en su incursión hacia el norte, cuando los caranquis, otavalos, cayambis, cochasquis y pifos se unieron para enfrentarle en cruentas batallas, al punto que alguna vez los portadores del anda sobre la que se movilizaba huyeron despavoridos y los soldados de la nobleza cusqueña que le protegían lograron rescatarlo. La venganza fue teñir de rojo a la laguna que, hasta ahora, es conocida como Yaguarcocha o Lago de Sangre.
 
   Inga Pirca, el más importante vestigio arqueológico del Ecuador, en la provincia de Cañar, dataría de esos tiempos de esplendor incaico bajo la conducción de Tupac Yupanchi y su hijo Huayna Cápac. Las piedras labradas y pulidas, semejan a las de las construcciones de Cusco y otros sitios incásicos peruanos.
 
   Por 1526 Huayna Cápac había oído que unos barbados llegaban navegando en casas de madera a las costas del reino del Tahuantinsuyo. Gonzalo Pizarro había hecho ya tres viajes al Nuevo Mundo, en pos de El Dorado, y con sus acompañantes llegó también la viruela que diezmó poblaciones nativas e inclusive los ejércitos del Inca y hasta le causó la muerte a él mismo, cuando se hallaba en Quito.
 
   Vinieron luego varios años de “guerra fría” entre los hermanos Huascar y Atahuallpa, el primero sin salir nunca de El Cusco y el segundo preparando desde Quito la lucha final, mientras su hermano había caído en desprestigio y hasta desconfiaba de sus guardias cusqueños, a los que sustituyó por cañaris y chachapoyas.
 
Desfile folclórico que recorrió entre las Plazas de Armas y de San Martin, en Lima, el 21 de Agosto.
   La meta de Atahuallpa era marchar sobre Cusco y asumir el dominio del Tahuantinsuyo, con intestinas refriegas en el trayecto, una de ellas en Mullihambato, cerca al río Ambato del actual Ecuador, donde se impusieron las huestes de Huáscar. Pero Atahuallpa recompuso sus ejércitos y al salir victorioso se proclamó Sapan Inca, en Tumipamba.
 
   Por entonces eran más insistentes los rumores de que hombres barbudos, de piel blanca, habían llegado por el mar sobre casas de madera. Entonces decidió no combatir contra ellos, sino mandarles presentes e invitarlos a reunirse en Cajamarca. Mientras tanto, Huáscar reforzó sus milicias ante la inminencia de que su hermano cercaría Cusco, sufriendo derrota frente al ejército de Atahuallpa, liderado por el general Quizquiz. Huáscar cayó prisionero. Fue la última batalla entre los hermanos herederos de Huayna Cápac.
 
   Lo que vendría luego sería afrontar a los barbudos liderados  por Francisco Pizarro, quien había fundado San Miguel de Piura, primer pueblo hispano en América. Atahuallpa le mandó mensajeros para reunirse en Cajamarca y, con los recaudos del caso, de los dos bandos, se produjo el encuentro, que resultó una emboscada tramada por los conquistadores.
 
   El monarca inca llegó transportado en andas, luego que se le informara que los españoles se habían escondido por temor, pero le salió el frente el capellán dominicano Vicente Valverde, con una cruz en una mano y la biblia en otra, para pedirle, a través de un intérprete, que adoptara la religión católica y sirviera al Rey de España. Entonces irrumpieron, desde varios puntos, jinetes españoles en plan de conquista triunfal. 
 
   La confusión reinó cuando tras del monarca otro personaje sobre andas despertó confusión y dudas, pero los españoles rodearon a Atahuallpa, mataron al acompañante que venía en andas luego de explotar un falconete y resonar las trompetas causando pavor y estampida entre los protectores del monarca detenido en medio del ruido de los caballos con cascabeles atados a las patas. Muchos nativos cayeron muertos ante las armas de pólvora de los barbudos españoles. Esa tarde del 16 de noviembre de 1532 sucumbió el Imperio del Tahuantinsuyo y a pocos días Atahuallpa fue degollado pese a que se le obligó a llenar cuartos de oro para perdonarle la vida.  
 
   Lo fácil del triunfo lo consideraron los españoles como un milagro del patrón Santiago, pues su pequeño grupo se impuso a las temidas milicias incas que fueron sometidas sin sufrir ni una sola baja. En los templos y museos del Perú la imagen del santo personaje es motivo de respeto, veneración y agradecimiento.
 
   Lo que ahora queda en Cusco son majestuosas catedrales, hoteles y centros comerciales levantados sobre los templos del Dios Sol, de los palacios reales del incario, de los aposentos de las vírgenes del Sol y de las edificaciones con paredes cubiertas de oro saqueado sin misericordia por los barbudos conquistadores que, con la cruz y la biblia, se apoderaron de los territorios, tesoros y pobladores del mundo ignorado que creyeron haberlo descubierto.
 
   Juan Pizarro –hermano de Francisco- al morir en 1534 donó como cosa propia a la Comunidad Dominicana los predios sobre los que se levantaban el Templo del Sol y las construcciones imperiales, sustituidas luego por la imponente basílica de Santo Domingo y edificaciones de piedras gigantes perfectamente pulidas, evidencias de una cultura arquitectónica irrepetible que ha dado distinciones y títulos de gran valor a esa ciudad reconocida en 1983 Patrimonio Cultural de la Humanidad.
 
Imponente templo de La Compañia, en la Plaza de Armas de Cusco, levantada sobre los sitios incásicos.
   La ciudadela incaica de Machu Picchu es otro tesoro de piedras labradas, distante alrededor de 180 kilómetros de Cusco, sobre un paisaje que estremece por lo accidentado de la geografía y la imponencia de vértigo de las montañas que le rodean. 
   Habría sido una hacienda real de Pachakutik, con las comodidades y la suntuosidad correspondiente a su jerarquía, para dar cabida a su familia extensa, a la guardia personal, servidumbre, a los sacerdotes y élites militares, así como a los artesanos, constructores, agricultores y técnicos para el aprovisionamiento del agua, canales de regadío y los sistemas de producción agrícola.
 
   Se presume que hacia 1536, cuando se producen rebeliones contra los conquistadores, pudo haberse abandonado el complejo arquitectónico de Machu Picchu, aún sin terminar de construirse, hasta que fuera “descubierto” accidentalmente en 1911 por Hiram Bingham, director de una expedición de la Universidad estadounidense de Yale, cuyo objetivo era comprobar si el nevado Coropuna, de Arequipa, era más alto que el Aconcagua, en Chile.
 
   Durante la expedición, Bingham y sus acompañantes dieron con un campesino de apellido Arteaga que les informó de un extraño complejo de escalinatas, construcciones de piedra en lo alto del cerro en cuyas faldas vivía. Al otro día, 24 de julio, emprendieron el trayecto de acceso guiados por un niño de nueve años y descubrieron el portentoso tesoro arqueológico del que extrajeron piezas de bronce, orejeras, cuchillos, objetos cerámicos, esculturas de piedra, herramientas y restos óseos de173 personas, de las cuales 23 eran de sexo masculino. Estos bienes arqueológicos y miles más, fueron llevados a los Estados Unidos y son motivo de reclamación para que se los devuelva a su país de origen.
 
Los turistas escogen los ángulos más impresionantes para llevarse una fotografía del complejo.
   Las terrazas formadas con muros de piedra servían para labores de agricultura, con tierra acarreada de otros sitios, así como para la estabilizar las estructuras arquitectónicas cuyas características revelan grandes conocimientos de ingeniería, pues han sido capaces de soportar durante siglos los rigores de la inclemencia ambiental y hasta grandes terremotos ocurridos en 1650 y en 1950.
 
   Machu Picchu es actualmente una de las grandes maravillas de la humanidad, visitada diariamente hasta por cinco mil turistas de todas partes del mundo que se maravillan ante la majestuosidad de tan portentosa obra humana de antepasados capaces de construir una obra imperecedera destinada a ser admirada siempre por la humanidad en el futuro.
 
   Los españoles no habrían conocido Machu Pichu, lo que le ha librado a este sitio arqueológico de servir de cimiento y mina de materiales para levantar catedrales de piedra y oro y colocar cruces sobre lo alto de las imponentes montañas que le rodean.
 
   El viaje de Cusco a Machu Picchu se lo realiza un tramo de una hora por vía carrozable y dos horas en tren. Los trenes azules que transportan a los turistas llevan el nombre de Hiram Bigham escrito en grandes letras a sus costados, en homenaje a quien descubrió esta maravilla que escondida por siglos, es hoy uno de los sitios de mayor atractivo en el mundo. 
 

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