por: Rolando Tello Espinoza

Las viejas paredes de tierra, pulcramente emblanquecidas, sin ventanas, protegen la vida y la muerte de las monjas enclaustradas más de cuatro siglos en el Monasterio de la Concepción: afuera las pompas y delicias del mundo, adentro el sacrificio de su renuncia

Las centurias apenas han desvanecido los secretos de la vida de las mujeres encerradas en los espacios conventuales: los patios empedrados, los corredores de ladrillo, las escaleras, pasamanos y pisos de madera carcomida, hablan de biografías, de arte y, sobre todo, de las sendas escondidas en el místico tránsito a la eternidad.  

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