El misterio que encierra la palabra vudú se dispersa de inmediato al aprender que dicho término significa ‘’espíritu’’. El vudú, en su acepción pura, es una religión que practican tribus de Ghana, Togo, Nigeria, y otros países de África occidental
 
La ciudad de New Orleans en el Estado de Louisiana cuenta con un interesante Museo del Vudú. La presencia del museo está ligada a la fuerte herencia africana, puesto que los inmigrantes franceses que la ocupaban llevaron esclavos de África a partir de 1710.
 
   Al ver ello y saber sobre el antecedente histórico del vudú en New Orleans, queda claro que los habitantes de esta ciudad se toman el ritual en serio. Tan es así que la visita al museo se torna en una sorpresa agradable por lo mucho que se aprende. El museo está situado en una de las casas más antiguas del barrio francés. Sus espacios son reducidos, oscuros, iluminados por una tenue luz en habitaciones sin ventanas. Las distintas exhibiciones en los pequeños cuartos tienen el tinte auténtico de un ritual vudú porque se han hecho con objetos realmente utilizados en dicha práctica.
 
   Ahora bien, el misterio que encierra la palabra vudú se dispersa de inmediato al aprender que dicho término significa ‘’espíritu’’. El vudú, en su acepción pura, es una religión que practican tribus de Ghana, Togo, Nigeria, y otros países de África occidental. De hecho, el término original es ‘’vodun’’ y suena como ‘’vudú’’ por la distorsión del vocablo en tierras haitianas. La idea central del vudú es que existen deidades que gobiernan la tierra desde un mundo espiritual al que los seres terrenos tenemos alcance si invocamos sus fuerzas.
 
   Esa práctica de invocar fuerzas espirituales para alcanzar favores positivos tiene una representante de gran renombre histórico para New Orleans: Marie Laveau. Conocida como ‘la reina del vudú’, el altar que guardaba en su casa le servía para auxiliar a gente de todo estrato social. Sin embargo, dado que ella misma era una mujer de color pero libre, cuenta la tradición que su preferencia era ayudar a los esclavos. El altar puede tener varias formas, pero el de más interés en el museo es el que usara Laveau y está formado por muñecos tallados en madera que representan espíritus del más allá. Dado que Laveau tenía gran influencia del catolicismo, muchos de los muñecos de sus altares tenían nombres de santos católicos. En el altar, quien desee recibir un favor debe depositar una ofrenda personal mientras repite la fórmula que Laveau indicase. Dado el carácter genuino de la creencia en el vudú, a los turistas se les permite llevar a cabo el ritual allí mismo.
 
   El museo igualmente instruye a la gente en cuanto a la distorsión que ha sufrido el vudú en el sentido de ser una práctica maliciosa de ‘’brujería’’. Este tipo de rituales se alejan del verdadero vudú. Parte del temor se origina cuando los terratenientes descubrían que sus esclavos guardaban, en secreto, muñecos a los cuales adherían objetos en diferentes partes del cuerpo. El rumor social que va de boca en boca implantó la idea errada de que los esclavos buscaban ‘hacer el mal’ a sus dueños. Y si por desgracia coincidía que el dueño se enfermaba y moría sin que la medicina tradicional, atrasada como estaba, lograra erradicar el mal, seguro el esclavo que era encontrado en posesión de un muñeco, soportaría terribles castigos y pagaría con la vida.
 
   La práctica real consiste en imprimirle la personalidad del dueño a su muñeco, de forma que luego pueda adornarle según lo deseado. Por ejemplo, un muñeco con un corazón rojo es el amuleto para atraer el amor, uno forrado de billetes lo es para la fortuna material, etc. La alternativa son las fundas llenas de hierbas que se llevan como amuleto para atraer buena suerte. Su nombre original es ‘’gris-gris’’ y se usaban en África para la fertilidad.
 
   Muñecos, fundas ‘’gris-gris’’, aceites esenciales, velas y otros artefactos se venden a la entrada del museo con instrucciones muy precisas. A estas alturas, el lector habrá notado que en ningún momento se menciona el mal a otros. Los regentes del museo están al tanto de la distorsión de la práctica del vudú en occidente y, por ello, educan al público. Parte de su misión educativa la cumplen con una foto del Papa Juan Pablo II, recibiendo en El Vaticano a un grupo de africanos practicantes del vudú. Ellos le entregan un obsequio de su tradición religiosa. La leyenda que acompaña la foto es una cita textual del llamado del Papa a respetar el vudú como práctica religiosa y espiritual.
 
   No se puede negar que el ambiente del museo tiene tintes tenebrosos, pero se sale con una idea muy clara de lo que el vudú es cuando se dejan a un lado los mitos y palabras sensacionalistas. En esencia, el vudú existe porque el ser humano busca respuestas en entidades superiores. Es decir, el vudú comparte con otras religiones la misma inquietud.    
 

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