Sin un tranvía, metro, bus, etc., París, New York, Londres, Viena y otras ciudades serían insufribles por el exceso de autos en las calles. El tráfico en Cuenca ya no es lo que en el 2000 y es fácil olvidar lo manejable que era antes con tal de quedarse en la comodidad del auto propio. Lo difícil es cambiar de mentalidad y es el gran reto para Cuenca.
Cuando se viaja no solamente se ven sitios y gente sino actitudes. Mejor incluso si se puede vivir en el extranjero al menos unos meses para poder darse cuenta de las actitudes que caracterizan a otras culturas. Ya que la ciudad se halla con el gran proyecto que ha sido el tranvía, vale dedicarle este espacio al transporte público en otros países como referencia. Sin embargo, describir el aspecto físico de un tranvía en un país extranjero sería quedarse en lo superficial. Además, no tengo el conocimiento técnico para fundamentar con plena seguridad la adaptabilidad de uno u otro sistema de movilidad. Por lo mismo, me refiero a otro aspecto: la mentalidad que es parte del funcionamiento de un sistema de transporte público.
Para comenzar, gran parte del motivo por el cual un tranvía o cualquier medio de movilidad masiva funciona en otros países, es porque la gente misma usa ese tipo de transporte sin complejos ni preocupaciones sobre ‘’qué dirá el vecino si me ve subirme al bus, al metro, al tranvía’’. Sin ir muy lejos, amistades que viven en Quito me han comentado sobre la decisión de optar por un medio de transporte público a fin de agilitar su llegada diaria a un destino determinado. Por supuesto, hay un componente práctico dado que el tráfico se ha vuelto insufrible en horas pico.
Muy aparte, un ejemplo vivido de manera personal es el metro de Dubái, que casi no lo usan los nativos árabes sino la gran masa de extranjeros. Este rasgo es un síntoma de lo dividida que está la sociedad bajo un componente discriminatorio. No hay comparación con la visión en verdad cosmopolita de otras ciudades. Valga para ilustrar el famoso metro de la ciudad de New York, donde el trajín cotidiano implica (como en cualquier otro lugar del mundo) tanto al alto ejecutivo como al empleado de menor rango en una empresa. Para ilustrar, no tiene nada de raro ver a un corredor de bolsa que trabaja en Wall Street o al distinguido profesor de Columbia University, famoso por sus publicaciones, subirse con la masa que incluye al personal de limpieza de un edificio de oficinas, al cajero de un supermercado, al vendedor de café del carro ambulante, etc. Con suerte, hay quienes ven a actores y actrices famosos usando el metro.
En París, el metro y los buses los usan personas de toda condición socio-económica. Igual ocurre con el tranvía en Ámsterdam, en Berlín, Viena, Atenas, Dublín, por nombrar unas pocas ciudades en Europa. El aspecto técnico de la construcción de estos medios masivos de movilización es pues solamente una parte del éxito gubernamental al haber proyectado prestar este servicio. La otra parte es la aceptación y uso por parte de la población.
Sentado dicho aspecto, vale referir además el cuidado que los usuarios ponen a fin de mantener lo más limpio posible el transporte público. Sería absurdo decir que los tranvías, buses o metros son unidades impecables porque el mismo uso masivo lo hace imposible. Pero la gran mayoría sabe portarse bien: no deja desperdicios en los asientos o los pisos, no sube con comida o bebidas, no pone los pies en el asiento ni escribe sobre las superficies disponibles.
En pocas palabras, existe toda una cultura que rodea al uso del transporte público en los países a los que seguimos llamado ‘’primer mundo’’, para referirnos a las sociedades que han alcanzado avances que, para otros países, todavía son una lucha diaria. Las preguntas en Cuenca incluyen: ¿Existe la mentalidad para adoptar con apertura la idea de subir al medio público de transporte? ¿Hay conciencia colectiva para optar por viajar con otros? En principio, nadie niega la comodidad que provee el auto propio. Sin embargo, ¿No se vuelve cada vez peor el embotellamiento al que se someten los dueños de autos particulares?
Todas estas preguntas tienen que haber sido parte en un momento dado del cambio de actitud que otras sociedades tienen hacia el transporte público. En dichas sociedades, sigue existiendo tráfico excesivo porque la población misma crece sin control, pero al menos el transporte público cumple el rol de alivianar la carga diaria que soporta el ambiente urbano. En otras palabras, sin un tranvía, metro, bus, etc., París, New York, Londres, Viena y las demás ciudades aquí referidas serían insufribles por el exceso de autos en las calles. El tráfico en Cuenca ya no es lo que era en el 2000 y lo noto con particular objetividad gracias a mi vida fuera del país. Es fácil olvidar lo manejable que era antes el tráfico con tal de quedarse en la comodidad del auto propio. Lo difícil es cambiar de mentalidad y ése es el gran reto para Cuenca.