Por Eugenio Lloret Orellana
La mitigación de los efectos del terremoto ha sido enfrentada con una dosis de unidad nacional, el apoyo del sector privado y la presencia múltiple como profesional y humanitaria internacional, el heroísmo de rescatistas y bomberos, así como la acción denodada, sin horario ni fatiga de funcionarios del gobierno con el Presidente de la República a la cabeza |
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La condición humana está hecha de incertidumbre. (¿Qué sucederá mañana?). Pero ello no impide que a diario, y a diversos niveles de responsabilidad, adoptemos decisiones que comprometen nuestro futuro, el de nuestra familia, nuestro país , e incluso, en circunstancias tan dramáticas y desoladoras como la catástrofe ocurrida el 16 de abril en ciudades y pueblos de hermosas playas del litoral ecuatoriano donde miles de familias fueron sacudidas violentamente por la brutalidad de la naturaleza y despojados en segundos de sus más elementales derechos humanos hasta quedar sumidos en el sufrimiento mirando los efectos devastadores del terremoto que dejó centenares de muertos y daños materiales incalculables donde no es posible traducir, y menos aún controlar, su situación real mediante un puñado de cifras. La respuesta al desafío planteado por la naturaleza no se hizo esperar. Un mar de voluntades en unánime manifestación de solidaridad – que hay que inscribir en la conciencia colectiva – tuvo el coraje de hacer oír su voz y reaccionar a manos llenas para socorrer a una necesidad real y urgente de un inmenso número de familias y hasta de pueblos enteros en indigencia. Son precisamente los valores de la ética humana y de la solidaridad los que nos han dado y nos darán la fuerza necesaria para encontrar la unidad en la diversidad, porque la educación sin amor, sin compartir, sin solidaridad con el otro, no es más que polvo que dejó el terremoto y letra muerta, retórica, discurso y abstracción. Como dice el proverbio, “el amor es lo único que aumenta cuando se comparte“. Esta actitud de la sociedad civil frente a la catástrofe constituye por si sola una revolución; una respuesta pacífica, una voz de consuelo de quienes nunca hablaron, pero que salieron como río caudaloso a tender sus manos y entregar sus dosis de unidad nacional a miles de damnificados del Litoral ecuatoriano. Sara Vanegas Cobeña, en oportunidad propicia supo resumir cabalmente esa esperanza en un poema corto, del que copio en estas líneas: “Ecuador beso el solar de tus letras/ siete |
espinas de miel en el corazón./” , que en decir de Osvaldo Encalada significa “la actitud de respeto, de amor, de veneración hacia la tierra aunque para muchos sea amargo y duro. Siete espinas de miel en el corazón, nos muestra ese sentimiento tan ambivalente de los ecuatorianos, de sentir a la Patria con dolor, como herida intensa en el corazón, lugar donde la tradición sitúa el domicilio de los afectos. Pero no solo es dolor, es también miel, aunque la gota de dulzura esté en la punta del puñal con que nos hiere “… la naturaleza. La mitigación de los efectos del terremoto ha sido enfrentada al correr de los días con una dosis de unidad nacional, el apoyo del sector privado y la presencia múltiple como profesional y humanitaria internacional, el heroísmo de rescatistas y bomberos, así como la acción denodada, sin horario ni fatiga de funcionarios del gobierno con el Presidente de la República a la cabeza y a la que se unieron sin condiciones los gobiernos locales y seccionales del Ecuador. Ahora la prueba de fuego está por comenzar. Corresponde al gobierno liderar la reconstrucción de ciudades y pueblos, tarea ardua, llena de exigencias entre lo urgente e indispensable en donde el elemento subjetivo de apreciación es muy grande, aun cuando, en todas las zonas afectadas, hay un mínimo de necesidades cuantitativas, objetivas por remediar en materia de vivienda, salud, alimentación, vialidad, regeneración urbana y turismo que desde ahora suscitan expectativas y por ende penosas frustraciones a la hora de administrar la tragedia. El Estado, a través del Gobierno central, cuya economía interna está quebrada y no cuenta con un centavo para la atención de desastres naturales, ha tomado decisiones económicas que sin ser perfectas – empresa imposible – servirán para enfrentar en parte los costos del proceso de reconstrucción física y de restauración emocional de los pueblos afectados por la furia de la naturaleza. Múltiples son las asignaturas pendientes: enmendar errores inconcebibles en gestión de riesgos, fijar prioridades, reducir el gasto público. En suma la Patria necesita de rehabilitación. Usted, señor Presidente la necesita también. |