Por Eliécer Cárdenas
Mientras los jubilados civiles suelen ser casi sin excepción pacíficos y desencantados espectadores de la vida política, los ex militares en su abultado porcentaje para su gremio, suelen convertirse en militares políticos, en políticos a tiempo completo, en voceros reales o supuestos de los intereses y fobias de su estamento |
El caso de los fondos del Issfa (Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas), más allá de sus características y la actuación un tanto impolítica del Gobierno al exigir la devolución de más de 40 millones de dólares a esa entidad antes de un juicio por ese concepto, reveló más de una característica de nuestro estamento castrense. En primer lugar, que cuando se trata de defender sus intereses, no trepidan en actuar inclusive los uniformados en servicio activo, como ocurrió con el ex Alto Mando que con sus insignias y viseras ofrecieron una rueda de prensa pronunciándose sobre el tema del Issfa, lo cual les valió como es lógico la fulminante destitución de parte de su comandante supremo, el civil Rafael Correa.
Antes del incidente con el Issfa, los militares en servicio activo, o más propiamente algunos de ellos, se presentaron uniformados y todo en la frustrada audiencia que debía tratar a la represión contra “Alfaro Vive” como delitos de lesa humanidad, cuando no les era dado asistir “en corporación” y en tanto militares activos, a un acto judicial, expresando su posición.
Se ha hablado al respecto de “ruido de sables”, pero habría que hablar más bien de lo políticos que suelen ser los miembros –por lo menos algunos- en servicio activo y los en servicio pasivo de las FF.AA. Mientras los jubilados civiles suelen ser casi sin excepción pacíficos y desencantados espectadores de la vida política, los ex militares en su abultado porcentaje para su gremio, suelen convertirse en militares políticos, en políticos a tiempo completo, en voceros reales o supuestos de los intereses y fobias de su estamento. Estos ex uniformados politizados casi generalmente van a engrosar las filas de partidos o movimientos de la
|
derecha, incluido el engendro partidista del coronel retirado y ex mandatario destituido Lucio Gutiérrez, y hay una minoría ínfima, por ejemplo el general Paco Moncayo, ex alcalde de Quito, que se van por la centroizquierda, aunque también ostentan el papel de defensores a ultranza de los fueros y privilegios castrenses. Parece existir una cierta añoranza por las épocas no tan lejanas cuando ante el fracaso de los políticos de traje y corbata, los militares se tomaban el poder en dictaduras castrenses que cooptaban el papel de los civiles. Claro que esos gobiernos terminaban en fracasos idénticos a los gobiernos civiles, pero los militares habían cumplido con el rol típicamente latinoamericano de gobernar en lugar de los civiles, morbo político prácticamente desaparecido en su esencia pura y dura, pero del cual todavía quedan restos, vestigios, como si algunos militares en retiro pensaran que ellos puedan gobernar mejor que los civiles y por ello se meten a políticos, candidatos, asambleístas, conspiradores, recolectores de firmas, divulgadores de bulos políticos, etc. y un largo etcétera.
Nadie niega a los ex uniformados su pleno derecho a meterse en política, pero sería de espera que no lo hagan casi siempre con aires de “perdonavidas” que se conmiseran de la supuesta ineptitud de los gobiernos civiles para gobernar cuando ellos, así lo creen todavía a estas alturas, suponen que pudieran ser mejores estadistas que los preparados en universidades y no en cuarteles ni academias militares. Los civiles, salvo los gobernantes, nunca suelen pedir cuentas sobre errores militares, pero los ex uniformados parecen constantemente estar a punto de interpelar a los gobiernos civiles.
|