Son comprensibles las preocupaciones que la I. Municipalidad y el Alcalde en particular, tienen sobre la vida de la ciudad de Cuenca, al punto que muchos temas deben recibir tratamiento prioritario urgente. Nadie duda del patriotismo y la voluntad de servicio que acompaña a la gestión de los personeros municipales.
Pero hay temas sobre los que los ciudadanos esperan respuestas concretas y positivas, especialmente si se relacionnan con la preservación del patrimonio histórico de la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. Este es el caso que, desde hace más de un año, es motivo de seguimiento minucioso de este medio de comunicación: la corona de laureles de oro con la que el Ecuador premió al poeta cuencano Remigio Crespo Toral hace ya mismo un siglo, reliquia recuperada, precisamente, gracias a una pista certera de la revista AVANCE.
Es un bien que pertenece a Cuenca y al Ecuador y el sitio adecuado para exhibirlo, debidamente protegido, es el Museo Municipal Remigio Crespo Toral, como lo reclaman los familiares del personaje, autoridades, legisladores, instituciones y ciudadanos representativos de Cuenca y del país, en cartas al señor Alcalde, cuya respuesta no puede ser otra que la acogida favorable, con el agradecimiento inclusive, por el apoyo para que un tesoro de significación que trasciende el áureo material con el que fue fabricado, se convierta en símbolo del Museo más importante de la ciudad. Quizá quienes han asumido la pertenencia de la corona, deberían entregarla a Cuenca en forma espontánea, sensible, ante el clamor hecho público, aunque no hubiese interés de la Municipalidad.
Sería de lamentar que una aspiración tan esperada, pase al archivo de las causas que, más pronto que tarde, podrían recibir la amonestación y el reclamo imperdonable de la historia.