Por Julio Carpio Vintimilla

 

      En un puesto de diarios de la Argentina se puede encontrar una amplia variedad de publicaciones: Una docena y media de diarios nacionales y extranjeros; en cuatro, cinco idiomas… Tres, cuatro docenas de revistas…  En Cuba, en cambio, para empezar, ni siquiera hay puestos de diarios. Los dos únicos diarios, muy flacos, son  vendidos por unos pocos voceadores
 
 
 
Abraham Lincoln ganó, una vez, en un mismo día, dos juicios totalmente contrapuestos. (Lo leímos, hace mucho, en un viejo texto de Educación Cívica. Y, aunque nunca supimos de qué clase fueron aquellos pleitos, podemos suponerlo: Digamos que él había estado defendiendo, simultáneamente, a un estafador y a un estafado.) Alguien -- con sorpresa -- le preguntó, al respecto: ¿Cómo han podido salir esos fallos tan disímiles? Y el famoso abogado respondió: Sencillo… En la mañana, gané, porque soy un buen defensor; y, en la tarde, porque tenía razón. /  Bueno, este curioso hecho, quizás, sólo pueda ocurrir en el  ejercicio de la abogacía. (Debido a que todos los ciudadanos -- cualquiera que sea la acusación o el delito -- tienen el derecho a la defensa. Y los abogados -- valga el redundar -- tienen que defender a sus defendidos. Y -- con independencia de la línea o el sesgo de la defensa -- un abogado siempre será coherente, y honrado, dentro de su legítima función profesional. Salvo que él mismo, por algún motivo, decida autolimitarse: No defender a los narcotraficantes, por ejemplo…)  Para otros profesionales, en cambio, la coherencia, usualmente, será más restringida;  estará más acotada. Un maestro -- digamos -- no puede ser un laico, en la mañana; y un adoctrinador, en la tarde. Una de dos; pues,  el par de actitudes se oponen y se excluyen. Entonces, habrá que separar… (Ideas distintas; regímenes distintos; ética y profesionalidad; derechos y deberes;  cada acto en su tiempo y en su lugar…) Bastante claro. Pero -- como alguien ha dicho -- no existen cosas simples. Y, por lo tanto, nunca faltarán, en los asuntos humanos, las contradicciones y las confusiones. Y cuando el demonio de las ideologías radicales mete su rabo en ellos…
 
      Al periodismo. Supongamos que hay, por ahí, un periodista socialdemócrata. Muy bien: Si es socialdemócrata,  como ciudadano, no hay problema. Es cosa suya; es su escogimiento cívico…Pero -- atención -- si es un analista político, no podrá actuar como un afiliado socialdemócrata. Deberá, en cambio, -- ¡es la profesión, colega! -- practicar la imparcialidad, la objetividad… (Que -- ya lo sabemos -- nunca serán integrales, ni químicamente puras… Pero deben ser buscadas.) Como analista, él debe estar al servicio de sus escuchas, de sus televidentes, de sus lectores. De todos ellos; sin excepción y  sin preferencias… De otro modo, debe estar al servicio de la comunidad, de la sociedad, de la nación. Su deber profesional es conocer bien los hechos, interpretarlos de la mejor y  más honrada manera, y trasmitir sus conclusiones con eficacia. Y si la condición de afiliado entra en conflicto con la condición profesional, deberá decidirse por el bien superior. (Es decir, nunca podrá defender a su partido, en detrimento de la buena y  sana opinión publica.) / Hace poco, en España, se ha criticado a José María Aznar por, supuestamente, perjudicar a su partido -- el PP, Partido Popular -- al comportarse, como conferenciante, al estilo de un analista político. (No entremos al caso. Pero, en general, un político -- si ya no es activo -- podría, y hasta debería, proceder como un analista o como un historiador. Cambio de papeles, cambio de apreciaciones… ¿No fue esto, bien hecho, lo que hizo Winston Churchill, en distintas etapas de su vida? Los cambios -- así vistos -- no son, de ningún modo, censurables; y son, al contrario, actitudes que honran.) Pero… -- el desagradable pero de siempre -- dichos deseables procedimientos sólo pueden darse en las sociedades predominantemente liberales: democráticas, tolerantes y moderadas. Y lo último significa que, hasta este momento, hemos visto nada más que la mitad del presente asunto; su mitad buena.

       Sí, la buena. Porque la otra es, más bien,  mala y  sombría. Es el periodismo militante; ése que nace, y se practica, en la parcialidad,  en el dogma, en el fanatismo. Es el periodismo de la mentalidad dictatorial. (Que, por desgracia, afecta -- en mayor o menor medida, de una u otra manera -- a una buena porción de los seres humanos.) Hemos entrado, de esta forma, en el campo del radicalismo, del integralismo, del totalitarismo; en lo conductual, del verticalismo. Tenemos, para considerar, algo que puede resumirse en pocas palabras: Todo es religión, todo es ideología, todo es política… Consecuencias conocidas de estos enunciados: Todo dentro de la fe; nada, fuera de ella… Todo dentro del régimen; nada, fuera de él…Todo dentro de la revolución; nada, fuera de ella… Por lo tanto, tantísimo, el periodismo es nada más que una parte de ese gran todo… Y, entonces, quede bien claro: El periodismo, aquí, no está para analizar, ni para hacer críticas… Está para apoyar, para defender… Piensan, analizan, los ministros, los jefes, los cuadros… Y las críticas ya serán hechas, oportunamente, por los que mandan; y, ellos mismos, cuando haga falta, se autocriticarán…

     Más aún: Las críticas indebidas debilitan al movimiento; son la tarea de los enemigos, de los cipayos, de la antipatria…Es la lógica de la fortaleza sitiada. (Fernando Iglesias -- un escritor argentino -- ha señalado que el pensamiento totalitario no reconoce a los adversarios, a los competidores, a los contendientes… Y hasta llega al colmo de atribuir a esos “enemigos”  un cierto grado de animalidad: las ratas de Hitler, los gusanos de Castro, los gorilas de los peronistas. Y concluye: Esto habla poco de los insultados; y mucho, mucho, de los insultadores…)  Notémoslo bien: Toda indiferencia, toda duda, toda indisciplina es una colaboración con el enemigo… Así, pues, los compañeros periodistas deben asumir la parte de la lucha que les corresponde. ¿Entendido? / Nosotros, claro, lo comprendemos… Es lamentable, pero es real… Y, por lo tanto, los comunicadores  reciben las órdenes respectivas; o actúan según su conciencia partidaria… Y defienden todo; hasta lo más indefendible. Si un gobierno miente, roba y  mata, es por las necesidades de la lucha… La magna y noble causa es el excelsior: lo supremo, lo mejor de lo mejor…Y el jefe es un ser iluminado; el caudillo por la gracia de Dios, el líder máximo, el padrecito, el hermano mayor…

      ¿Los pensamientos se manifiestan en los hechos?  Así es. Y estas dos opuestas  formas de pensar se concretan, también, de diversas maneras. Veamos una, bien sencilla. En un puesto de diarios de la Argentina, se puede encontrar una amplia variedad de publicaciones. (Una docena y media de diarios nacionales y extranjeros; en cuatro, cinco idiomas… Tres, cuatro docenas de revistas…)  En Cuba, en cambio, para empezar, ni siquiera hay puestos de diarios. (Los dos únicos diarios, muy flacos, son  vendidos por unos pocos voceadores.)  Nelsa Curbelo --  columnista de EL UNIVERSO, de Guayaquil, Ecuador -- escribió, una vez, que, más que la escasez de mercaderías en los almacenes, le había hecho falta, en La Isla, la prensa escrita. Sí, señora… A nosotros, nos ocurrió lo mismo. Pasar de la grande disponibilidad argentina -- y  de la abundancia internacional ofrecida por INTERNET -- a la triste y casi exclusiva pobreza del GRANMA, fue como sentir que se nos encogía el espíritu… (Alguna vez, por excepción, oímos, incluso, a un defraudado lector comunista quejarse de esto.) Y, a continuación, surgió la comparación inevitable: Con nuestros años a cuestas, nos podemos acordar de la prensa prerrevolucionaria: Cuando Cuba  enseñaba, a muchos latinoamericanos, el buen hacer periodístico… Hoy, ocurre todo lo contrario. ¿No lo cree?  Compare usted los diarios isleños con cualquier  modesto diario provincial del mismo Ecuador. (El periodismo es, también, una buena muestra de la involución cubana.) Y -- para contrastar y precisar -- acuérdese usted de las acusaciones de los progresistas (comunistas actuales) a la prensa liberal: comercial, corrupta, incompetente, proyanki, vocera del pensamiento único, monopólica, oligopólica… Les sobran los calificativos denigrantes. La paja en ojo ajeno…
      
      En definitiva, así es la vida, así es la naturaleza humana, así es la política. No se cambiarán…Ergo: O democracia o dictadura. Las dos son incompatibles. Y, entonces, si usted quiere leer una buena prensa, elija la democracia. Sólo ésta es capaz de producirla.            

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