Por Julio Carpio Vintimilla
En 1948, los costarricenses cansados de un militarismo elemental y después de una corta guerra civil decidieron, expeditivamente, liquidar su ejército. Fue una medida sorprendente. Y hay, todavía, sobre ella una polémica más o menos inconclusa |
La guerra es la continuación de la política; en una forma muy diferente. (…; por otros medios. -- dice la más conocida traducción de la célebre sentencia de Carl von Clausewitz /1780 - 1831/; un militar, historiador y pensador prusiano.) Él veía la conflictividad humana como un continuo. (Para entendernos: un todo indivisible; un largo bloque imaginario.) Así: En la una punta, estaría el conflicto morigerado; y, en la otra, el conflicto exacerbado. De modo distinto: En el un extremo, estaría la política más benigna; en el otro, la guerra más terrible. Y, -- en los hechos reales y ordinarios -- la sociedad va pasando, brusca, rápida o gradualmente, de la una a la otra. Ida y vuelta. León Tolstoi, en cambio, -- sobre todo en sus últimos años -- vio el asunto como un neto y total contraste; como una muy notoria oposición. En un tiempo, reina la paz; en otro, la guerra. Es aquello bíblico de los tiempos diversos: tiempo de vivir, tiempo de morir… Y -- a su modo -- llevó tal dicotomía al campo de la ética: la tendencia al amor y la tendencia al odio, respectivamente. Este pacifismo radical -- de tradición cristiana -- llegó a tener una larga y amplia influencia: Gandhi, Mandela, Luther King… Los romanos, por su parte, -- pragmáticos como eran -- notaron que la colaboración y el conflicto eran condiciones humanas y sociales constantes y permanentes. Y-- considerándolas bien y en la debida forma -- sacaron sus conclusiones. Una. La paz es muy deseable; y hay que mantenerla; quizás, a toda costa. Dos. La guerra es condenable; y hay que evitarla. Tres. Pero la guerra siempre será una amenaza; y, por lo tanto, no se la puede ni ignorar, ni soslayar… Y, del trío de conclusiones, se puede hacer una sola, muy famosa: Si quieres la paz, prepara la guerra… Implicación: En la historia del hombre, la política y la guerra se han alternado, se han mezclado y se han confundido. Una vieja y dura ley de la vida… Está en lo que somos; está en lo que tenemos…
Colaboración y conflicto; unión y desunión. Desmenucemos el asunto. Toda sociedad funciona con dos enfrentados conjuntos de factores: los cohesionantes y los disgregantes. Son factores cohesionantes: la moralidad, la religiosidad (los dos sólo hasta cierto punto); la legalidad, el civismo, la tolerancia; y, de una u otra manera, también, la libertad, el amor, el odio y el miedo… Son, en cambio, factores disgregantes: la inmoralidad, la anomia, la incivilidad, la opresión, la desigualdad, la delincuencia, los fanatismos, la corrupción; y, en gran medida, el odio… (Atención: El odio y el miedo son ambivalentes. Pueden unir y separar. / No nos une el amor sino el espanto; / Será por eso que la quiero tanto. / Borges. ) Un corolario: Carlos Marx -- al preconizar la lucha de clases, el clasismo más puro y duro -- le dio una desmedida importancia a la desigualdad social. Más aún: Atendió, apenas, a una parte pequeña de este factor disgregante… Y -- en forma bastante extraña -- elevó la importancia de tal rasgo hasta el punto nada menos, de considerarlo el motor de la historia… ( ¿Y qué fue de los factores cohesionantes? ¿No le importaban? ) Su teoría resulta, pues, explicablemente, reduccionista, parcial y negativa. Y está basada -- digámoslo derecho -- sobre la envidia y el odio. (Aunque estos se cobijen, -- de manera más o menos disimulada -- bajo el manto de los altos y permanentes valores de la justicia y la igualdad. Acordarse: La Socialdemocracia europea abandonó -- después de la Segunda Guerra Mundial -- el dogma de la lucha de clases. Por algo sería…) Observación oportuna: ¿Siendo así, los socialismos radicales -- desde su mismo planteamiento ideológico -- no estuvieron, de algún modo, viciados; destinados al fracaso? Lo que mal empieza… Y vayamos ahora al fondo de la cuestión: ¿Se puede edificar una sociedad, nueva y buena, sobre unas bases negativas y confrontativas? No, señor, no… Las sociedades prósperas y exitosas deben ser, y son, positivas y colaborativas. La negatividad y la confrontación destruyen. Son antisociales…
En nuestra región, Costa Rica es el único caso de un pacifismo extremo; y establecido, de hecho, como una política de estado. (Uruguay abandonó, en los años sesenta, un punto de vista similar, aunque mucho menos acusado.) En 1948, los costarricenses -- cansados de un militarismo elemental y después de una corta guerra civil -- decidieron, expeditivamente, liquidar su ejército. Fue una medida sorprendente. Y hay, todavía, -- sobre ella -- una polémica más o menos inconclusa. Ciertos pacifistas la aplauden; con tanto fervor y entusiasmo, cuanto poco conocimiento. Los observadores más críticos, en cambio, han manifestado, varias veces, sus dudas y sus objeciones: Inadecuación, irrealismo, ingenuidad política y geopolítica, algún autoengaño… Además: No tener un ejército puede ser más peligroso y dañino que tenerlo… En este asunto, el modelo latinoamericano -- creemos nosotros -- no es Costa Rica. Es Chile. (Un ejército profesional, bien preparado; efectivo sentido militar y, más bien, poco militarismo… Lo pragmático…) Pero, en todo caso, ciertamente, Costa Rica sí supo manejar su política, interna y exterior, con bastante sensatez y habilidad. Y consiguió, en su mejor momento, quizás, la sociedad más armónica y menos conflictiva de toda la América Latina. (Por ello, Óscar Arias mereció plenamente su Premio Nobel de la Paz Y notemos que lo obtuvo por los méritos de un demócrata liberal; no por mansedumbre y altruismo…) Lástima que -- según informes recientes -- tan meritoria nación sufra hoy una especie de retroceso: nuevas desigualdades, delincuencia, estancamiento económico… Todo cambia. Y, así, por desgracia, parece que Costa Rica, la gran excepción social centroamericana, se está -- sirva la redundancia -- centroamericanizando…
En el lado contrario, vemos a Cuba y la escuadra bolivariana. (Colombia y México -- que entran en este grupo -- merecen, por sus especiales condiciones, artículos aparte; y, por eso y por hoy, sólo podemos mencionarlos.) La Isla fue un genuino producto de la Guerra Fría. Se empeñó en destruir a la oligarquía, a la burguesía, a los empresarios explotadores… La revolución… Y, -- proyectándose hacia América Latina -- predicó, para ello, la lucha de clases; la destrucción del “sistema”… Y -- en último término -- peleó… Las guerrillas…La metáfora: Se echó gasolina al incipiente fuego del conflicto social. Resultados isleños: Aniquilamiento de la imperfecta republica liberal; destrucción de una economía bastante próspera; y, lo más trágico: dos millones de cubanos empujados al exilio… (Estados Unidos -- sin hacer nada para ello -- recibió una espléndida donación de recursos humanos…) Y, luego, para peor: Nadie aprende en cabeza ajena… Y los malos ejemplos, a veces, cunden… Varias décadas después, el Chavismo perpetró una de las mayores atrocidades de la reciente política mundial: Puso en condiciones africanas a la cuarta economía de América Latina. (Y convirtió en un estado fallido a Venezuela; el país con las mayores reservas hidrocarburíferas del mundo; el que recibió -- por su petróleo y su gas -- el dinero de unos diez planes Marshall…) Y, aquí, llega, precisamente, nuestra cuestión central. Esto es: la prédica de la división, del odio; la retórica marcial… Vale decir, la envoltura guerrera de la política; la aviesa militancia de los radicales… (Los luchadores del Socialismo, de la cultura; los patriotas; la espada “voladora” de Bolívar; los soldados de Cristina…) Y sella Evo Morales, con el lugar común de los beligerantes: Hemos perdido una batalla, pero no la guerra… (Cuando sus paisanos, en un referendo, le negaron la reelección.) La cuasiguerra bolivariana, pues, -- para él y sus compañeros -- se está librando y continuará…
¿Qué hemos sacado en limpio? Dos cosas. Primera. Los comunistas, fascistas y populistas siempre harán una política confrontativa. (Peligro: Toda revolución puede terminar en una verdadera guerra civil.) Es lo suyo… Segunda. Los liberales, los demócratas y los centristas, en cambio, casi siempre, se inclinarán por una política pacífica. Lo propio de ellos…Agregado final: Un neocentrista, José Mujica, habló por todos los segundos: La mejor política práctica -- dijo -- es una permanente negociación… ¿Para qué? Pues, para ir superando -- de manera civilizada -- el inevitable, y también permanente, conflicto social. Así sea. Y ojalá nos resulten útiles -- en forma duradera -- su sensatez y su sabiduría.