La crisis económica ecuatoriana es parte de una crisis global, particularmente sentida en el país, dependiente de la venta petrolera que ha bajado a costos menores a los de producción. Lo que urge es que con la sabiduría de los expertos en economía se adopten medidas apropiadas para que los efectos sean atenuados en ámbitos esenciales de la sociedad, especialmente en sectores deprimidos por la pobreza.
Resulta desconcertante que mientras más petróleo se produce y se vende por precios inferiores a los que cuesta producirlo, se anuncie el incremento de la extracción de miles de barriles diarios en una zona del oriente ecuatoriano. Esto contrasta con las restricciones económicas para los gobiernos autónomos descentralizados, con los nuevos impuestos que se anuncian por diferentes consumos de los ecuatorianos, la disminución de obras en marcha o la suspensión de otras.
Ante los ojos del pueblo no escapan determinadas acciones públicas, la permanencia de misteriosos ministerios, como el del Buen Vivir, cuyos resultados nadie los puede divisar ni con lupa, mientras sus burócratas “pipones” realmente disfrutan del buen vivir a costa del erario público.
Recientemente en Cuenca una institución estatal convocó una rueda de prensa –con escasa asistencia- en un costoso local de recepciones, con refrigerio incluido, a pesar de que esa entidad dispone de espacios para estos menesteres. Una agencia de publicidad capitalina fue contratada para organiza el “evento” seguramente por elevados costos. Muchos ejemplos de “austeridad” podrían citarse, pero para muestra un botón basta.