Han pasado cinco años del movimiento de insubordinación policial que hizo prisionero al Presidente de la República para reclamar supuestos derechos conculcados. Los procesos judiciales no han terminado para sellar definitivamente el episodio, tanto más condenable, cuando fue protagonizado por elementos llamados a precautelar el orden, la seguridad y la paz.
De varios modos se ha calificado el insólito acontecimiento: intento de magnicidio, golpe, golpe blando, insubordinación, etc. Nunca habrá un concepto exacto ni de general aceptación, pues el inevitable trasfondo político contagia o deforma los ángulos de apreciación, aunque el tiempo pase.
Lo que importa de una vez y para siempre, es que aquel capítulo lo dejemos al pasado y a la historia. El país tiene retos actuales de trascendencia social, económica, política, cultural inclusive, a los que se debe dar preferencia y prioridad. El pueblo es lo suficientemente inteligente como para no darse cuenta de que mantener vigente un caso que ya debería cerrarse, no es sino tratar de distraerle de temas verdaderamente de su interés: la pobreza, la justicia social, la transparencia, la lucha contra la corrupción o la delincuencia.
¡Qué saludable y benéfico sería que pasados cinco años del 30S los ecuatorianos acabáramos por olvidar ese como otros hechos lamentables que no merecen conmemorarse como eventos trascendentales para siempre…!