El Día del Trabajo en este año –quizá más que en anteriores - ha tenido como característica marcada expresiones públicas de controversia entre el Gobierno y la oposición. El país atraviesa por un proceso excepcional de cambios en diversos órdenes de la vida nacional y es comprensible que esta connotación profundice las discrepancias, que llevan a hacer de estos actos verdaderas mediciones de fuerza.
Eso es parte de la Democracia y no debería ser motivo de alarma, al menos si los disentimientos encuentran expresiones enmarcadas en el respeto mutuo y no conducen a hostilidades o riesgos de atentar contra el orden, la seguridad y la paz. En tiempos en que se pregonan conceptos y actitudes “revolucionarias”, es comprensible que la contrarréplica sea concordante con la trascendencia de tales propósitos.
Lo importante es que los involucrados en la “contienda”, si así puede llamarse a la confrontación de posiciones políticas, den la lectura apropiada a las expresiones masivas, que moralmente deberían tener una interpretación similar a la de los resultados en las urnas electorales. Es la voz del pueblo. No puede desconocerse que el oficialismo tiene el derecho y la necesidad de defender sus proyectos políticos y gubernamentales, igual que los del bando opuesto tienen el derecho y la necesidad de expresarse libre y democráticamente a través de los espacios que están a su disposición.