La visita del Papa Francisco resultó providencial cuando el Ecuador, sumido en un ambiente de tensiones políticas amenazantes, parecía traer a la memoria aciagos tiempos de descomposición democrática, con efectos traumatizantes en la conciencia nacional.
Esta tregua, saludable y necesaria, deberían aprovecharla gobernantes y gobernados –a través de sus líderes- para reflexionar patrióticamente sobre lo que debería hacerse en el futuro inmediato por el bien del país. Las buenas intenciones de los gobernantes no deben llevar a imposiciones, pues deben ser puestas a consideración social para que el pueblo no sea una herramienta de democracia en procesos electorales y un convidado de piedra en las decisiones trascendentales.
También los partidos, movimientos y líderes contradictores del Gobierno –sin discrepancias no hay democracia–, han de ser referentes de conductas al margen de intereses sectarios y de provechos particulares. Los mejores entendimientos resultan, a la postre, frutos de desavenencias debidamente analizadas.
En fin, un diálogo ha propuesto el Gobierno para discutir proyectos legales vinculados a la distribución de la riqueza. El tema es polémico por su propia naturaleza, por lo que amerita ser ampliamente debatido y conocido por el pueblo, para que sea acogido, o rechazado, antes de convertirse en leyes de la República.