Por Yolanda Reinoso
Es fácil hacer una fotografía a la que sólo le falta el mensaje en letras doradas para parecerse a las típicas tarjetas que desean paz en estas fiestas, por cierto un elemento que sigue haciéndole mucha falta al mundo |
La imagen de un pueblito de cielo estrellado con casas encantadoras, cuyas ventanas dejan ver que hay un calor abrigador adentro del hogar, rodeadas de montañas y cubiertas de nieve, es quizá de las más atractivas que hay cuando se trata de tarjetas o postales navideñas. ¿Quién no ha recibido alguna vez una salutación decembrina de ese tipo? Dicha imagen suele infundir una sensación de paz. Cuando en las navidades pasadas viajaba con mi esposo a Seefeld, dijo bien mi madre que se imaginaba el pueblito tal cual esas imágenes de tarjeta navideña, y no se equivocó. Seefeld está situado en el estado austriaco de Tirol, rodeado de la cadena montañosa de Wetterstein que corresponde a los Alpes orientales. Llegar a Seefeld es materializar las tarjetas navideñas que nos llegan cada diciembre.
Por la tarde del 24 de diciembre, empezó a caer una suave nevada con copos mullidos, de esos que no caen como agujas sobre el rostro sino que son como plumas y se acumulan en el suelo formando una capa fácil de sortear. Por la noche, el centro del pueblo se ilumina con las luces colgadas de las fachadas. En la plaza, se congregan bajo improvisadas casetas de madera de pino los más variados artesanos. Aunque es 24 de diciembre, las calles no están desoladas. Al contrario, hay gran movimiento y abundan los turistas que llegan sobre todo de Italia. La gente anda bien arropada debido al clima, con guantes, bufandas, gorros, muchos con motivos de las fiestas. Como es cosa común por allá, la gente no deja en la casa a sus mascotas, que se pasean con sus amos porque son parte de la familia.
Hacia las siete de la noche, se escuchan cánticos en alemán austriaco adentro de la iglesia cuyo patrono es San Osvaldo. La construcción data de 1263 y merece un artículo aparte dado un interesante evento milagroso que allí ocurriera. En las melodías se reconocen los cánticos que hemos adaptado al español, y uno se pregunta si las letras serán similares. Afuera de la iglesia se ilumina un pesebre de tamaño natural donde aún no está Jesús, cuya imagen es colocada por el párroco a la medianoche.
Entretanto, los artesanos esperan con paciencia que la gente se acerque a conocer su trabajo. Seefeld fue tradicionalmente un pueblo de artesanos que trabajaban con sus manos para sobrevivir, y aun hoy los descendientes de los primeros artesanos han conservado el oficio familiar. Ese oficio se caracteriza no sólo por la habilidad manual, sino por la sencillez en el vivir. Se venden gorros, guantes, suéteres, todo tejido a mano. Hay quienes se dedican al trabajo en madera y ofrecen relojes, velas, joyeros, llaveros, portallaves, etc.
Como sucede a menudo en las ferias, el gran atractivo radica en la comida, tanto más cuanto la fría y nevada Noche Buena invita a comer algo caliente para abrigarse un poco. No faltan las típicas salchichas de cerdo procesadas en la zona con especias germánicas, la cebolla salteada en aceite, los waffles que pueden comerse con mermelada de cerezas o frutillas, espolvoreados con azúcar impalpable, y el famoso vino hervido, que por cierto es una delicia. Al salir de la iglesia, la gente se acumula en la plaza. El objetivo de comprar algo de comer es reunirse con amigos y familiares a la intemperie y poder departir un poco antes de ir a casa.
El día 25 por la mañana, el centro del pueblo amanece listo para seguir recibiendo a la gente que no para de deambular por las tiendas, se detiene a beber un café, o a desayunar en familia con huevos y salchichas como se acostumbra en la región. Muchos nos dirigimos a la zona de entretenimiento donde otra postal navideña se recrea en exteriores: patinaje sobre hielo, esquí, trineos que bajan llenos de niños gritando de emoción, escenas que tampoco son extrañas para quienes hemos vivido inviernos nevados como el de Colorado. Sin embargo, la diferencia es que esas escenas invernales son una gran fuente de ingresos para el pueblo de Seefeld, y el pregón de los Juegos Olímpicos de Invierno, adonde asisten deportistas de varios puntos de Europa a demostrar sus habilidades con los esquíes.
Sobre una colina nevada en un extremo del pueblo, observamos una panorámica de Seefeld, blanca de frío pero paradójicamente acogedora, con luces por todos lados, con gran movimiento de gente. Entonces es fácil hacer una fotografía a la que sólo le falta el mensaje navideño en letras doradas para parecerse a las típicas tarjetas que desean paz en estas fiestas, y que por cierto es un elemento que sigue haciéndole falta al mundo.