Al celebrarse 16 años de la declaratoria de Cuenca como Patrimonio Cultural de la Humanidad, bien vale al margen de los actos oficiales conmemorativos, comentar un tema patrimonial de interés de la ciudad y del país: la corona del poeta Remigio Crespo Toral, que la Municipalidad la denunció desaparecida.
Un aporte periodístico de AVANCE llevó a recuperar esa corona que hace 98 años le entregaron al poeta en un homenaje nacional, así como a esclarecer que la corona sustraída es otra y sigue desaparecida. Lo preocupante es que el trofeo salvado con un allanamiento judicial haya vuelto a quienes silenciosamente lo guardaron entre sus bienes, al parecer sin más “título de propiedad” que la cita de un prestigioso escritor y polémico crítico literario. No habrían exhibido una prueba testamentaria o una dación notarizada.
Nunca será tarde para que la Municipalidad se negara a aceptara los hechos consumados. Ninguna autoridad ni entidad patrimonial hicieron nada por gestionar que el tesoro de arte, historia y cultura, pasara a pertenencia y cuidado del museo Remigio Crespo Toral, pero aún podría esperarse una reacción patriótica y sensible para lograrlo.
Aunque los dominicos tuviesen pruebas de pertenencia, bien harían en entregarla a la ciudad, pues no es un objeto de devoción religiosa, sino una reliquia cultural de Cuenca. Más aún, nada justifica que vuelva a un secreto escondite, en vez de lucir con las seguridades debidas ante la admiración pública. El museo Crespo Toral –hoy bajo una acertada dirección- ha preparado espacios para dar honrosa cabida a la corona recuperada y a la que ojalá la Fiscalía lograra recuperarla.
Quizá también sería loable que el Arzobispo, que en estos días termina su gestión en Cuenca, interviniera con civismo, desprendimiento y amor al prójimo, para dar solución razonable al caso, con la alta autoridad de la que está investido.