Por Yolanda Reinoso*
Al tratarse de un paseo por la naturaleza, la imaginación puede dejarse libre para visualizar los insectos, los pájaros, los sonidos, los aromas. Esta riqueza de experiencias sensoriales es la antesala perfecta del centro educativo que se halla hacia el lado sur del jardín.
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Aprovechamos una tarde soleada para visitar el jardín botánico de Edimburgo en Escocia, donde incluso en verano, fuertes vientos fríos arrecian cuando el transeúnte menos se lo espera. La ventaja del verano, sin embargo, es el verdor en su plenitud y la gran variedad de plantas florales que pueden apreciarse a lo largo de veintiocho hectáreas. Esta gran extensión, por supuesto, es imposible recorrer a conciencia en un solo día, pero una caminata por los lugares más icónicos del jardín es un regalo visual. Sin embargo, el atractivo del jardín no radica sólo en el gusto estético que cada área ofrece, sino en la historia que encierra. El jardín data del año 1670, cuando la sociedad médica de la ciudad dependía de las plantas medicinales que allí se cultivaban. Este dato histórico tiene que ver con el carácter científico del jardín, ya que hasta la actualidad se conserva el aspecto investigativo de las propiedades curativas de ciertas especies. Quizá precisamente por el aspecto científico del jardín, es que éste alberga la colección más grande de plantas originarias de China. Esta colección da lugar a grandes extensiones de terreno cercadas con estacas de madera con impresiones de caracteres chinos. La larga cerca conduce a un puente rojo como el que se observa a menudo en los paisajes chinos.
Desde el punto de vista estético, hay que recalcar que lo interesante del jardín está en que cada espacio conserva una delineación lo más natural posible, de forma que el personal encargado del cuidado se dedica a mantener la limpieza del lugar y a podar los excesos que podrían representar una amenaza para la salud de las variadas especies, mas no a alterar en demasía lo que la naturaleza por sí sola ofrece en cuanto a flora. Así pues, la fuente donde flotan los mágicos lirios, se halla rodeada de sauces que crecen frondosos, de hierba alta y de plantas acuáticas de inmensas hojas verdes que dejan pasar la luz solar.
Camino al área especialmente dedicada a homenajear a la Reina Madre, se aprecian grandes rosales y otras especies que producen unas flores fucsias que contrastan con el predominante verdor. Además, los senderos asfaltados para comodidad de la gente que pasea, están rodeados de variadas especies de pinos, entre los cuales es fácil reconocer a los “siempre verdes” que se encuentran en Estados Unidos y que, precisamente, nunca pierden su verdor aunque nieve sobre ellos. El jardín en homenaje a la Reina se inauguró en el 2006 y da la impresión de un laberinto, si bien su vista aérea deja ver una reproducción de la cruz de Eassie, que es una pieza arqueológica escocesa de gran valor histórico para el pueblo.
La zona dedicada a las plantas provenientes de Norteamérica incluye especies de cactus que a veces se observan en nuestro país, lo que pone a pensar que seguramente ha habido un proceso de adaptación de esa flora que, en esencia, es apta para vivir en zonas desérticas, como es el caso del desierto de Mojave.
En suma, al tratarse de un paseo por la naturaleza, la imaginación puede dejarse libre para visualizar los insectos, los pájaros, los sonidos, los aromas. Esta riqueza de experiencias sensoriales es la antesala perfecta del centro educativo que se halla hacia el lado sur del jardín. El centro alberga un herbario donde se puede aprender sobre las cualidades de ciertas plantas, y bajo el patrocinio del Duque de Edimburgo, expone sobre temas de interés actual para la comunidad no sólo del país en cuestión sino del mundo entero. Al momento, el tema es la preocupación que aqueja a Europa debido a la desaparición de varias especies de abejas durante la primavera, que es cuando se espera que los insectos laboren en pro de la salud de un ecosistema que, sin ellas, se desequilibra cada vez más.
La exhibición tiene como objetivo el incentivar el cultivo de abejas en la población, así como el cultivo de plantas que atraen a esos insectos, pues gran parte del problema se origina en la erradicación de especies florales que constituyen el alimento de abejas. Dicha erradicación tiene que ver con la tendencia de la gente a preferir híbridos creados en laboratorios con fines ornamentales que, por desgracia, no contienen el atractivo olfativo ni visual natural que las abejas demandan. Una frase famosa de Víctor Hugo va muy bien para cerrar este hermoso recorrido que, sobre todo, es un recordatorio urgente: “produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha”.