Por Julio Carpio Vintimilla

 

Una revolución política es como un acontecimiento geológico;  como la aparición de una cadena de montañas… Sólo puede ocurrir cuando ciertas condiciones específicas y especiales están dadas. Por eso, las verdaderas revoluciones políticas son tan raras… A ver, ¿cuántas de ellas podría señalar usted? 
 

 
Día 17 de Diciembre del 2014: Anuncio simultáneo -- Barack Obama y Raúl Castro -- de las tratativas, para la normalización de las relaciones, entre los Estados Unidos y Cuba. ¿Eso significa el principio del fin de la Revolución Cubana? Quizás, sí. ¿Y el fin de los demorados, y un poco absurdos,  coletazos de la Guerra Fría en nuestra gran región? Quizás también. ¿Y el comienzo del desmantelamiento de las redes ideológicas y de espionaje que La Isla tejió en la América Latina y en otras partes?  Igualmente. ¿Y el comienzo de la ancianidad irremediable de las versiones criollas de los socialismos radicales?  Es posible… ¿Y el fin del sesgo izquierdista, que todavía condiciona a bastantes políticos “correctos”, en tantos lugares de Occidente?  Puede, puede ser… En todo caso, una fecha para recordar; como lo fue -- hace nada menos que 56 años -- aquel 1 de Enero de 1959, el día en que comenzó la inacabable saga caribeña.
 
   A lo debido. Una revolución política es como un acontecimiento geológico; es como la aparición de una cadena de montañas… Sólo puede ocurrir cuando ciertas condiciones específicas y especiales están dadas. Por eso, las verdaderas revoluciones políticas son tan raras… A ver, ¿cuántas de ellas podría señalar usted?  Mientras lo va pensando, permítanos decirle que una revolución como la Liberal -- tan completa, significativa y aún actuante-- no puede ocurrir cada siglo; ni puede limitarse a un aislado y reducido espacio geográfico. (Para recordar: Nuestra Independencia y nuestro Alfarismo -- y hasta la misma Revolución Mexicana -- fueron, en realidad, nada más que partes menores de este gran todo político occidental.) Lo dicho, por una parte. Por otra: Hoy día, está muy en duda la autenticidad de las llamadas “revoluciones socialistas”. Aclaremos. Es que una verdadera revolución debe ser un proceso positivo; debe lograr una mejora durable y trascendental… (La Revolución Liberal lo consiguió plenamente. Pese a sus iniciales excesos y barbaridades, nos trajo, al final, las democracias modernas: con sus libertades civiles; con sus derechos humanos; con sus avances intelectuales, artísticos y científicos; con su prosperidad económica…) Vistas así las cosas, ¿puede llamarse revolución  a un fracaso político tan notorio y enorme como fue el comunismo soviético? ¿No fue, éste, apenas, un arbitrario y catastrófico experimento social? Bueno, después de los bolcheviques y sus semejantes, algo ha quedado muy en claro: los voluntarismos no pueden sacar las revoluciones de sus chisteras; de unas realidades inadecuadas.
 
  Y hubo, incluso, quienes aprendieron la lección con sus malas experiencias… Ya tarde en la vida, algunos guerrilleros argentinos y uruguayos han reconocido que, en los setenta, sus países no tenían condiciones revolucionarias; ni precisaban una revolución. Y han pedido perdón, a sus conciudadanos, por sus prejuicios, sus errores y sus dañinas y sangrientas acciones… (¿No hay algo, o mucho, de esto en las juiciosas y tolerantes actitudes de José Mujica?  Para detalles del asunto, en el Uruguay, lea usted a Julio María Sanguinetti.) Bueno,  ocurre que Cuba tampoco necesitaba una revolución. Era  -- para el tiempo y los niveles latinoamericanos --  un país bastante adelantado, bastante próspero… Necesitaba -- claro, como tantos otros países -- perfeccionar su democracia, planear su desarrollo, controlar su corrupción… Y poco más…
 
  Y, ¿qué pasó?  Siga leyendo… Deberemos explicar, aquí, una especie de enigma geopolítico. Por otro lado lejano, en el entonces del 59, el socialismo real ya estaba dando bastantes muestras de fatiga. (Nosotros mismos conocimos LA NUEVA CLASE, de Milovan Djilas, a través de la revista BOHEMIA, de La Habana; a la sazón, bastante leída en el Ecuador; donde -- por nuestro atraso periodístico -- aún no existía  una publicación parecida…) Muy importante: En Europa, ya se había gestado el Eurocomunismo; con sus implicaciones socialdemócratas… Allí mismo, la intelectualidad más abierta criticaba, con énfasis, los dogmas y las propagandas marxistas. (La polémica Sartre-Camus; la argumentación libertaria de Raymond Aròn; Orwell, con su patético 1984...) Acá. Cierto: El SPUTNIK,  la perra LAIKA y Gagarin habían impresionado, con alguna fuerza, la mentalidad popular latinoamericana… Pero, aun así, el Comunismo seguía siendo considerado, en general, un demonio extraño y temible. Y, además, la acción anticomunista de los Estados Unidos era muy enérgica. Y Kennedy pronto pondría en marcha su ALIANZA PARA EL  PROGRESO… Bueno, en fin, queremos decir que la América Latina de entonces no parecía, precisamente, un campo propicio para la simiente socialista. Entonces, ¿cómo pudieron aparecer los guerrilleros de la Sierra Maestra? Aquí está la clave de la cuestión. Conjetura: ¿Los soviéticos estuvieron -- al menos desde los tiempos de México -- detrás de Castro y los suyos? ¿Estuvieron organizándolos, financiándolos, respaldándolos?  Quizás nunca lo sabremos. Pero hay ciertos indicios de eso…
 
Una revolución como la Liberal -- tan completa, significativa y aún actuante-- no puede ocurrir cada siglo; ni puede limitarse a un aislado y reducido espacio geográfico
  Y, ahora, la explicación del fracaso nacional cubano. ¿Y cuál es? Es la economía, ¡pendejo! Nunca más justas las directas palabras de Clinton. La economía ha sido la maldición de todos los regímenes socialistas del mundo. Y esto es curioso. ¿Por qué? Pues, porque nadie como los socialistas ha insistido tanto en la fundamental importancia de la misma. Y ellos, claro, al principio, sabían muy bien cómo era esa cosa; esa cosa tan propia de ellos…Y, así, El Che Guevara llegó a figurarse, sin más ni más, que Cuba superaría, en sólo diez años, el PIB de los Estados Unidos… Sencillo y muy rápido… ¡Cruel decepción!  Pronto se vio que el médico argentino -- puesto de manera tan artificiosa en el campo de la gris ciencia -- era un ingenuo; como lo era, también, militarmente, en el asunto de las guerrillas… La dura realidad: La economía cubana era una barca que siempre necesitó, para moverse, un motor fuera de borda, prestado.  (La Unión Soviética: un millón de dólares diarios, durante tantos años… Período Especial: Cuba resiste, tambaleante, con las pocas inversiones de Canadá, México y Europa… Llega, luego, la casi milagrosa ayuda de Chávez: 13.000 millones de dólares anuales…) Y -- cuando también este maná se está agotando -- no queda más que amigarse con los Estados Unidos. Las vueltas de la vida… Y, en este tren de hechos, -- un día de increíble y arrepentida sinceridad -- el Líder Máximo no pudo menos que reconocer: El modelo cubano  -- la economía socialista; nota de este autor -- ya no nos sirve ni a nosotros… / ¿Qué tal? Un rodeo de 360 grados; una completa y literal revolución geométrica… Y, en últimas cuentas, ¡una pavorosa involución! / A cerrar.
 
   Cuba en el corazón. Bastantes personas, en el mundo, simpatizan con este país, cálido en cuerpo y alma. (Nos incluimos nosotros.) Es una cosa… Otra, es ser un creyente socialista ingenuo, o un fanático; y justificar tanto abuso ideológico, político y militar. Aceptar tanto yerro; tanta porfía junta; tanta retórica vacua… Julio Bárbaro -- un intelectual argentino -- tuvo, al respecto, una expresión que algunos, honrados y arrepentidos, comparten: Cuba nos duele; porque fue un generoso sueño que fracasó… (Don Julio fue un soñador…) Pero, Cuba también nos duele a nosotros, indirectamente, por otra razón: Sin las maquinaciones de los Castro, muchas reformas positivas se habrían podido hacer en América Latina. Y eso habría sido eso. Porque, quizá,   haciéndolas, nos habríamos ahorrado el castigo de los chávez, los kirchner, los ortega…     

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