Por Eliécer Cárdenas
La “prudente” recomendación de Alexis Mera provocó un avispero en el cual los colectivos femeninos se pronunciaron de manera unánime contra los criterios “moralistas” del Plan Familia…
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Una recomendación del Secretario de la Presidencia, Alexis Mera, en el sentido de que se sugiera a las adolescentes –se entiende que a las “muy adolescentes” o adolescentes tempranas- abstenerse de iniciar su vida sexual, por el embarazoso asunto del embarazo adolescente, que ha situado al Ecuador en un lugar no muy recomendable al ser un estado con uno de los más altos índices de este problema social, y más aún para los padres y las madres de esas adolescentes embarazadas.
Sin embargo, la prudente recomendación de Alexis Mera provocó un avispero, en el cual los colectivos femeninos se pronunciaron de manera unánime contra “los criterios moralistas” del Plan Familia que busca reducir los embarazos de adolescentes. Plantones, concentraciones, agitación en las redes sociales, ha provocado este espinoso asunto, ya que para prevenir ese embarazo de adolescentes, dicen las féminas adheridas a los colectivos femeninos, no se debe recurrir ni a la moral ni a la religión. ¿A qué recurrir entonces? ¿Acaso a la “madurez” de unas casi niñas de once, doce o trece años? No sería tampoco dable que el padre o la madre de familia, junto con el “fiambre” de las colegialas les entreguen un preservativo, para que tengan cuidado a la hora de enredarse con un muchacho.
Al parecer, decirles que se abstengan de un temprano inicio en la práctica sexual, es malísimo, nefando, oprobioso y “moralista”, esta última palabra, en los tiempos actuales, sinónimo de toda clase de represión.
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El embarazo de las adolescentes se ha vuelto un grave problema de orden social y de salud pública. En el fondo, la estrategia de no pocos de los colectivos femeninos es sin más ni más forzar la legalización del aborto, tema tan peliagudo al que difícilmente en el Ecuador, como en casi todos los países del Continente, se le daría “luz verde” por las arraigadas convicciones religiosas que plantean que la vida es sagrada, en su concepto, desde la concepción, y por lo tanto el aborto, excepto el terapéutico, o sea para salvar la vida de la madre, sería un crimen.
Entretando, por cierto hay que hacer algo para evitar tantos embarazos de adolescentes, o mejor dicho “no hacer algo” en el caso de las muchachas, o si se lo hace de todos modos, tomar las elementales precauciones: la píldora del día después, está también objetado por sectores religiosos, o el sencillo preservativo para el joven ansioso de iniciar tempranamente a la muchachita de “sus sueños” en la práctica sexual libre y disponible. En toda esta polémica, padres y madres de familia se han quedado como los “convidados de piedra”, cuando en realidad son los “beneficiarios directos” de aquel embarazo adolescente, porque cuando la muchacha de a luz, son ellos los que tienen que comprar desde pañales y biberones hasta pagar las facturas del ginecólogo, la pediatra, y todo lo demás.
Queda flotando una pregunta final: ¿Qué sucedería si una asambleísta de esas del “feminismo duro” resulta víctima de un “embarazo no deseado”? ¿Recurrirán a la mamá para que les “de criando al nene o la nena” mientras cumplen sus imprescindibles tareas legislativas? Pregunta que ni sociólogos, ni sacerdotes, ni sexólogos podrán responder de una manera frontal.
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