Al margen de quienes han calificado como éxito o fracaso la marcha antigubernamental del 19 de marzo, con una plural participación pública, se la debe mirar desde una óptica diferente de los defensores o adversarios del Gobierno.
La participación fue masiva y muy variada, con poca presencia de políticos tradicionales que se cuidaron de intervenir directamente a fin de no contaminar al movimiento con el arrastre de su desprestigio. La manifestación resultó, así, más respetable y espontánea, en la medida en que pudo serlo.
Entonces, no debería descalificarse la expresión colectiva, sino asimilarla por el sector oficial como un referente para un reencuentro con el pueblo, cuya presencia y voz no conviene ignorarlas, sin alentar mayores reacciones. Tampoco deberían desestimarse las deserciones al interior del movimiento político del Gobierno, sino darlas una lectura clara: es normal que los adversarios se pronuncien contra de la Revolución Ciudadana, pero si voces en tal sentido salen de sus propias filas, algo peligroso podría estar germinando. En fin… es saludable y útil que aquella marcha y esas deserciones sean valoradas como útiles advertencias.