La contravención de las normas que rigen la convivencia social es un fenómeno inmanente de la humanidad, en todos los tiempos. La cultura, el desarrollo urbano, las relaciones cada vez más estrechas entre los pueblos del mundo, la tecnología, la comunicación global, han vuelto más habitable el mundo, pero también han traído el “perfeccionamiento” y especialización de las malas conductas. En Cuenca se está terminando de construir y equipar un centro penitenciario dotado de los más avanzados sistemas de seguridad y tratamiento de los contraventores de la Ley, para que puedan reinsertarse positivamente a la sociedad al fin de las condenas.
Escritura de compra del terreno, por 42.321,90 sucres, al pie de Cullca, donde se construyó la cárcel que termina su función en el presente
En noviembre de 1947 se colocó la primera piedra para la construcción de la Cárcel Modelo, como era concebida entonces y, en 1958, se inauguró el mejoramiento y la ampliación de la Cárcel de Mujeres de esta ciudad. EL discurso pronunciado en la ceremonia, es un referente sobre cómo se concebía entones el tema penitenciario y la criminología y permite establecer parangón con los sistemas de hoy, constituyéndose en documento de singular valor testimonial e histórico, oportuno, además, cuando está por funcionar el hoy llamado Centro de Rehabilitación Social de Cuenca. En mucho, el discurso de entonces, tiene vigencia todavía hoy.
El tema carcelario de Cuenca fue abordado en un reportaje de la edición del mes pasado y se complementa con el presente trabajo que aporta a conocer facetas del tema hace más de medio siglo
“He de recordar que mejor es prevenir que remediar en el sentido de que los grupos humanos no debieran construir cárceles sino fundar escuelas, preparar maestros, no deben permitir cabarets y casas de tolerancia sino sociedades obreras de virtud y continencia; no deben abrir cantinas sino talleres; no deben comerciar con el alcohol sino prodigar saber y cultura; no deben amparar la vagancia rentada sino el trabajo constante que robustece la vida y la hace feliz…”
El párrafo citado es del discurso de Antonio Abraham Barzallo, concejal de 1947, en la colocación de la primera piedra del edificio de la Cárcel de Varones de Cuenca, el 5 de noviembre de ese año, uno de los actos conmemorativos de la independencia de la ciudad. Es oportuno evocarlo, en vísperas de que ese local sea abandonado por obsoleto para enviar a los presos a un edificio provisto de comodidades y tecnologías modernas para alojar a las personas que han contravenido la Ley.
Barzallo, que también fue Presidente del Concejo de Cuenca y legislador que propuso y consiguió la descalificación presidencial de Neftalí Bonifaz por el Congreso en 1944, participó en el en contra de su voluntad: “No debería ser yo el que venga a presenciar y solemnizar la colocación de la primera piedra de un presidio modelo, por las doctrinas políticas que profeso de libertad, de tolerancia, de comprensión y fraternidad… Siempre he de implorar que no haya prisiones si hemos de ser libres; que no haya castigos si somos hermanos; que no haya condenados si todos somos hijos de Dios. Yo me he excusado de traeros la palabra, pero como estoy al servicio de la Comuna y se negara mi excusa, vengo a cumplir el deber de honor que se impone a uno de sus miembros”, dijo.
La intervención del Concejal -67 años atrás- hace críticas al orden judicial y penitenciario. Alude al alcoholismo como una de las causas de la delincuencia, pero “En el Estado Ecuatoriano es el Gobierno el que monopoliza y comercia con el aguardiente, porque le deja millones de ganancia… Luego, paradójicamente, establece cárceles, panópticos, las desiertas Islas de Galápagos, para los ebrios que perturbada la razón matan, roban o calumnian. Esto puede ser una vergüenza nacional, pero es la verdad…Ah! Si yo tuviera poder y medios, abriría las prisiones del país para todos los que, por hambre o necesidad, han tomado alguna cosa del hermano sin su voluntad, les diera libertad condicional, trabajo permanente, medios de ganarse la vida; les reeducara con maestros amables y entendidos, bajo un prudente cuidado policial…”
Y añadiría luego: “He de decirlo con pena que más bien en las prisiones es donde nuestros hermanos más se corrompen y degeneran, porque no hay allí una escuela cívica, una plática de moral, un ejercicio de espiritualidad, una voz de consuelo, una medicación para sus dolores, un lecho para su descanso: los presos constituyen el escándalo social, olvidados de la filantropía, retardados en su juzgamiento, despreciados por sus guardianes, van agotándose de hambre, de tristeza, de falta de libertad, de ausencia del hogar y del terruño… Esto no es humanitario, no es civilizado, no es liberal, no es cristiano”.
Tras severas críticas al sistema penitenciario, Antonio Abraham Barzallo concluye su discurso de la siguiente manera: “Aquí queda la primera piedra del amplio edificio con el que el I. Municipio cuencano, en cumplimiento de un deber y deseoso de proporcionar relativa comodidad a los inconformes con la ley, va a levantar, para su reeducación y rehabilitación, mediante el señalamiento que hiciera la Asamblea en febrero del año actual de una cuota del producto del mismo aguardiente, cuota que al fin entregada por el Fisco al Municipio ha hecho posible abrir los cimientos de los muros que le circunvalen. Ojalá se continúe y concluya su edificación para aliviar el penoso estado de los ochenta presos que hoy sufren en un local antihigiénico, estrecho, inconveniente, inseguro”.
Una década llevaría la construcción de la Cárcel, al pie de la colina de Cullca, en donde permanece hasta hoy y pronto será desocupada para que los presos –más de un millar- vayan a la moderna construcción tras la colina de Turi.