Por Eliécer Cárdenas
Invalidar un formulario por su tamaño, mancha o huella por el manejo de un documento que se pasea por calles y caminos para obtener una firma, es caer en el imperio del formulismo, cuando la Carta Política y el Derecho señalan que una falta de solemnidad no puede invalidar la esencia de un acto jurídico
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Una vez que el colectivo Yasunidos y oros grupos opuestos a que se explote el petróleo que se halla en el subsuelo del Santuario Mundial de Biodiversidad de Yasuní, recolectó más de 700 mil firmas y las entregó al Consejo Nacional Electoral, ha comenzado el proceso de revisión y descarte –esto último, sobre todo- de las firmas. En una acción poco explicable, se llevó esos documentos a un recinto militar, cuando se supone que dentro de las dependencias del Consejo Nacional Electoral existen las suficientes seguridades y el resguardo necesario que impediría cualquier manipulación dolosa, y se supone además que a los que menos interesara manipular las firmas, sería a quienes las recogieron. De allí surge una pregunta de impecable lógica: ¿de quiénes se teme que manipulen las firmas para guardarlas bajo custodia militar?
De otra parte, por cierto es necesario que se cumpla ciertas normas dentro del proceso destinado a recolectar firmas de ciudadanas y ciudadanos para solicitar una consulta popular, tal como lo disponen la Constitución y las leyes para el efecto, pero de allí a invalidar un formulario por su tamaño, la existencia de alguna mancha o huella, por el manejo de un documento que se pasea por las calles y caminos para obtener una firma, es caer de lleno en el imperio del formulismo, cuando la propia Carta Política y el Derecho señalan que una falta de formalidad o solemnidad no puede invalidar la esencia de un acto jurídico. En tal sentido, se debe comprobar que la firma sea para lo que se solicita en el formulario, sea auténtica y que corresponda al número de la cédula de identidad del ciudadano que voluntaria y libremente, en goce de sus derechos, estampó la firma. Ir más allá es “buscar el quinto pie al gato”, como s dice popularmente.
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A consecuencia de esos formulismos bizantinos, se ha invalidado decenas de miles de firmas. Falta saber si finalmente las invalidaciones alcanzarán a mermar el número de firmas necesarias y por lo tanto no habrá consulta, y colorín colorado para Yasuní y los Yasunidos.
Se puede o no estar de acuerdo con la iniciativa de recoger el número de firmas que estipulan la Constitución y las Leyes para el presente caso, convocar una consulta que pregunte a la ciudadanía si quiere o no que se explote el crudo dentro del territorio de Yasuní, pero es evidente que el proceso en su conjunto ha tenido ribetes rocambolescos y un apego tan exagerado a los formulismos y formalismos, que dan qué pensar sobre la imparcialidad de los resortes puestos en marcha para validar las firmas recolectadas en varios meses de labor, ateniéndose a las especificaciones dadas, a veces inclusive con cambios inopinados en las reglas de juego, como el tamaño de los formularios.
Con todo, sería una pésima señal si por invalidación de firmas se frustra un proceso democrático, que guste o no desde las alturas del poder, en efecto recogió, se supone que de buena fe y con transparencia, las firmas de ciudadanas y ciudadanos con este objetivo, amparado, oleado y sacramentado por la Constitución Política y las respectivas disposiciones legales.
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