El trajín de las promociones hace consciente al profesor del paso vertiginoso del tiempo a través de la infancia, la juventud y la madurez de los alumnos *
Doña Inés Sacoto viuda de Iglesias, pasada de los 90 años |
Nació en Azogues, cuando esa ciudad era apenas algo más que un caserío en el trayecto de paso a Cuenca, distante 30 kilómetros, por caminos de herradura. De su infancia recuerda la escuela de monjas La Providencia en su lugar nativo y de su juventud el colegio normalista Manuel J. Calle, de Cuenca, donde se hizo maestra.
La carga pesada de los años le dificulta el movimiento, pero nunca le falta la compañía y la ayuda de los hijos o de los 14 nietos y 19 bisnietos que arman el bullicio que recuerda el Jardín de Infantes Carlos Zambrano, donde laboró 28 años como maestra y directora. Ella se había iniciado en el magisterio en la escuela rural Antonio Neumane de la parroquia Luis Cordero, en Azogues, y luego en la escuela Emilio Abad de la misma ciudad, pero es en el jardín de infantes donde se realizó como maestra y en él están como congelados los mejores recuerdos.
1.- La Directora del Jardín Carlos Zambrano en la inauguración del edificio del plantel, junto con el Ministro de Educación Claudio Malo; Juan Cordero, director cultural del Banco Central; Pedro Córdova, Alcalde de Cuenca; Xavier Muñoz, Prefecto del Azuay; y, Antonio Lloret Bastidas, Viceprefecto del Azuay.
2.- La maestra y los niños en recreo.
3.- La señora, aún con su esposo vivo, rodeada de sus hijos y descendientes, en una foto del recuerdo.
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La ciudad nativa quedó atrás, y doña Inés ha hecho vida y familia en la capital azuaya. Su vocación por la docencia no ha desaparecido, sino que ha permanecido latente en busca de aflorar en la primera oportunidad con mayores bríos y conocimientos. Para eso asiste a la academia de corte, confección y bordado Guillermina Vélez, donde queda de profesora hasta ser nombrada maestra auxiliar del jardín Carlos Zambrano y años después es profesora titular y directora hasta 1985 cuando se acoge a la jubilación. Toda una vida de magisterio.
Los pasajes de la docencia están vívidos en la mente de la maestra envejecida a satisfacción de la labor cumplida. Ella parece medir los años y la vida por la cantidad de promociones de alumnos, de muchos de los cuales recuerda el nombre. Trabajar con los infantes fue su pasión y brindarles afecto, así como comodidad en los locales del plantel, le preocupa el tiempo completo y no olvida el afecto de los niños y de los padres de familia llamándole Inesita.
¿Quién fue Carlos Zambrano, el patrono de su Jardín de Infantes? Ella investigó de diversos modos la identidad del personaje cuyo nombre tiene el plantel, nadie sabe desde cuando, pues no hay un documento que dé testimonio. Su primogénita, Beatriz, que se había incorporado como docente al Jardín, colaboró en la búsqueda, hasta acumular información básica en la que se justifica la presencia del patrono en la nominación del establecimiento: fue un riobambeño, nacido en 1890.
No se sabe si alguna vez el señor Zambrano estuvo en Cuenca, pero se conoce que fue Intendente, diputado, director de educación, gobernador de su provincia, así como senador, cónsul del Ecuador en Hamburgo (1933), y alcalde de Quito, donde un colegio secundario lleva también su nombre.
El Jardín Carlos Zambrano pasó a constituir parte de la vida y de la familia de doña Inés Sacoto. Ella se había encariñado con la profesión y con el establecimiento, al punto que pidió a su hermano Remigio, aficionado a lecturas y escrituras, que le redactara un himno. Y ella, a los 90 años, no ha olvidado ni la letra ni la música y tararea con su voz anciana la estrofa: Mi maestra es gracia y sonrisa/ la señal de mi mano y mi acción/ por los patios y aulas la brisa/ ya me arrulla en su dulce canción. Es feliz como si estuviese entre sus niños aplaudiéndola. Pepe Luna, un conocido director de orquesta popular de Cuenca entonces, puso la música a la canción.
Beatriz, la hija y colega en el Jardín, recuerda el amor de doña Inés por su plantel y sus niños, siempre alegres en las tareas de aprendizaje compartidas con programas musicales, recitales y dramatizaciones. “Se esmeraba por tratar en forma igual a los niños ricos o pobres. No había distinciones ni privilegios. Alguna vez dos niños de Saraguro y de Otavalo llamaron la atención de los compañeros por su vestimenta y las trenzas largas, provocando curiosidad y burla: ella arregló todo en forma enérgica, pidiendo para ellos el mejor trato, diciendo que son sus sobrinos”, dice.
Su preocupación fue también porque no hubiera diferencia en la presentación de los niños, para quienes diseñó y fabricó uniformes, poniendo en práctica las lecciones que aprendió en las clases de corte y confección muchos años atrás.
La construcción de un edificio apropiado para el plantel, es una de las realizaciones más importantes de su vida. El Ministro de Educación y autoridades de Cuenca y del Azuay cortaron la cinta inaugural felicitando a la maestra por su misión cumplida.
Con más de noventa años de edad, doña Inés no deja de ser la madre y maestra cuya sonrisa aflora rejuvenecida si encuentra alguien a quien contar las experiencias de su vida larga y bien vivida junto a los seres íntimos que vieron cómo el tiempo ha ido impregnando de arrugas su cuerpo y emblanqueciendo el cabello, pero manteniendo intacto el afecto hacia su persona.
* Reportaje preparado con la investigación de Sofía Moreno, alumna pasante de la Escuela de Periodismo de la Universidad del Azuay