Por Julio Carpio Vintimilla

 

Casi una década la población vive con altos niveles de recelo, desconfianza, temor y hostilidad…  Lo peor, ha llegado a dudar de las autoridades, de la justicia, de la misma policía, sospechada de ilícitos crónicos. La Iglesia Católica acaba de manifestarse sobre tales circunstancias en forma vigorosa y efectiva
 
 
Tenemos a Messi, tenemos a la Reina Máxima, tenemos al Papa… ¡Y no tenemos cura!
 
Ocurrencia popular reciente.
 
 
Nos detenemos, por un momento, frente a un televisor. Otra cadena nacional. La Presidenta divaga, conjetura, tuerce la realidad; nos presenta una Argentina que es casi un país imaginario, un país de fantasía… Estamos escuchando EL RELATO; es decir, la versión kirchnerista del pasado y del presente nacionales. La claque aplaude y aplaude. Claro, para eso está… (Recordamos la ley de Dow: En un sistema muy jerárquico, cuanto más alto es el nivel de autoridad, más grande es la confusión. Lo mismo, pero con neta sencillez: La Presidenta vive en las nubes…) Y hay quienes dicen que Cristina es una mujer muy instruida y una gran oradora. Mario Vargas Llosa, en cambio, -- que de política latinoamericana sabe bastante -- opinó, al respecto, algo muy diferente: Basta verle y oírle a la mandataria, para saber lo que son el populismo y la demagogia… / Valga la introducción. Y, ahora, anotemos que hay mucho que decir sobre la Argentina del presente. Pero, como siempre, sólo podemos elegir unos botones de muestra.
 
Empecemos con la ley. Dicen -- quienes del derecho entienden -- que la Argentina produce, y ha producido, mucha literatura jurídica. Que, quizá, en tal aspecto, esté a la cabeza de los países de lengua española. (Aunque apuntan, también, que parte de esta copiosa producción es verbalista y un tanto extravagante. Suele ocurrir, en varios campos del conocimiento social…) Las universidades realizan frecuentes y reconocidos posgrados en diversas especialidades; los que reciben numerosos estudiantes y profesionales extranjeros. Se cultiva bien, pues, la filosofía, la sociología y la antropología jurídicas. / Hasta este punto, todo parece suficientemente bueno y satisfactorio. / Pero viene, luego, lo extraño y lo paradójico: Aquí, las leyes se aplican mal o no se aplican. Se habla mucho del derecho, pero no se vive en el derecho. (Pruebas al canto: Hecha la ley, hecha la trampa; a los nuestros, el privilegio, a los demás, la ley; en muchos casos, la justicia se demora en forma kafkiana; hay una viciosa “industria” del juicio; para mucha gente, las cortes son, en realidad, las casas de la injusticia; y lo peor es que no hay una función judicial cabalmente independiente…) Entonces, concluyamos que, por desgracia, estamos más cerca de la anomia que de la ley… (Algo que tiene sus raíces culturales en un general y desmedido individualismo. De otro modo, si puede, cada cual hace lo que quiere; cada cual hace lo que más le conviene… Por sobre la moralidad, la disciplina, el orden, la costumbre, las normas y la ley; por supuesto.) Y, por lo tanto, no hay que admirarse de que -- cuando se presenta una verdadera crisis política --  se llegue a coquetear, ingenua y peligrosamente, con la misma anarquía. (¿Recuerdan ustedes el QUE SE VAYAN TODOS, del trágico y triste inicio del presente siglo?)
 
La Argentina tiene poca población, ahora menos que Colombia; aumenta el número de viejos; disminuye el número de niños; la tasa de crecimiento es baja; los argentinos de clase media y alta -- comodones y hedonistas -- tienen hijos tardíamente o no los tienen…
Y, en seguida, miremos a la criminalidad. En el conjunto latinoamericano, la Argentina tiene una baja tasa de homicidios. (Cifra próxima a las de Uruguay y Chile.) Pero, en cuanto a los robos, está cerca de la cabeza de la lista. (Una realidad que parece darle la razón al temerario Presidente Jorge Batlle, del vecino país platense: Todos los argentinos son ladrones.) Y -- para complicar el asunto -- hay vandalismo, odio y crueldad. (Se rompe las luminarias del alumbrado público; se lanza piedras a las ventanillas de los autobuses; se ha llegado hasta a incendiar una escuela; / unas colegialas le dan una paliza a una compañera, por mostrarse pretenciosa o ser bonita; últimamente, se ha producido cierto número de linchamientos de ladrones…) Hace ya casi una década que la población argentina -- salvo en uno que otro pueblo perdido por allí -- vive con altos niveles de recelo, desconfianza, temor y hostilidad… / Bueno, ya se sabe que la delincuencia es multicausal; y que, en ella, -- como dijo el obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano -- todos tenemos, mucha o poca, algo de culpa… Pero lo peor, aquí y ahora, es que la gente ha llegado a dudar de las autoridades, de la justicia, hasta de la misma policía. (En el caso de esta última, el organismo es sospechado de ilícitos crónicos, la mexicanización; que, hace unas tres o cuatro décadas, tan lejana parecía…) La Iglesia Católica acaba de manifestarse sobre tales circunstancias; en una forma vigorosa y muy efectiva. Y todo esto, todo este doloroso entrevero, es el resultado lateral de una amplísima combinación de antecedentes sociales: tontería política, demagogia, ineficacia, corrupción galopante, prédica y práctica del conflicto interno…
 
En fin, ya se ha generalizado la idea de que la Argentina vive una decadencia casi centenaria; que se manifiesta, más o menos parejamente, en todos los órdenes de la vida del país. Y, al momento, la preocupación demográfica viene llegando como una yapa abundante y amenazante. (La Argentina tiene poca población, ahora menos que Colombia; aumenta el número de viejos; disminuye el número de niños; la tasa de crecimiento es baja; los argentinos de clase media y alta -- comodones y hedonistas -- tienen hijos tardíamente o no los tienen… Nadie piensa en una política de inmigración actualizada y racional. El comentario popular, quizá no tan exagerado: Los bolivianos y los paraguayos terminarán heredando estos pagos... ¿Dónde quedó aquello tan acertado y patriótico de Alberdi: GOBERNAR ES POBLAR?) Y, además, se empieza a instalar un temor del todo nuevo: el imperialismo chino; temor que se traslapa y se contradice un poco con la preocupación anterior. (La China es ya la primera economía del mundo; hay unos 80 mil residentes chinos; aquí, ellos están copando el comercio minorista de alimentos: unos 7.200 supermercados son de su propiedad; desde hace un tiempo, los orientales están comprando terrenos en el campo; al razonable precio de 15.000 dólares la hectárea, -- y con sólo el cinco por ciento de las reservas de su banco central -- los chinos podrían comprar nada menos que toda la Pampa Húmeda; los políticos viajan a Beijing para pedir préstamos; la mafia china ya se está haciendo sentir…) 
 
Bueno, ¿se podría revertir el proceso de la decadencia argentina?  (Los mismos chinos -- a lo largo de su muy larga historia -- han demostrado que esto siempre es posible. Se lo debiera tener muy en cuenta…)  Quizás, al respecto, la creación de la alianza política FRA/UNEN (Frente Amplio, Unidad y Encuentro; centro-derecha y centro-izquierda asociadas frente al Peronismo) sea una luz al final del túnel. Ya se verá. Pero, por de pronto, el viejo individualismo nacional sigue imponiendo e imponiéndose. Y el superindividualista -- o el más egocéntrico o el más audaz, Él o Ella -- es, sin mayor discusión u obstáculos, el caudillo, el monarca… Y el país sigue siendo incapaz de organizar verdaderos equipos democráticos. En otras palabras,  se ha dicho que la Argentina siempre tiene, y tuvo, individualidades mundialmente destacadas en cualquiera de los campos de las actividades humanas. Entonces, ¿qué ocurre? Pues, que el país es, también, incapaz de formar, alrededor de ellas, una clase dirigencial responsable, honrada y competente. Y eso es eso: una bendición y una desgracia;  hasta el presente, juntas e inseparables.     
 

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