Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
La insistencia en la reelección es un síntoma de inseguridad de los estrategas que mueven a la agrupación oficialista, que tan prematuramente  quieren curarse en sano ungiéndole al Mandatario como un candidato a gobernar indefinidamente al Ecuador

 

Una sorpresa ofreció el Presidente de la República durante su rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional, cuando al final de la intervención señaló que “ha decidido apoyar la iniciativa de la reelección indefinida”, corolario a la serie de movimientos destinados a persuadirle de que la reelección sería la alternativa -¿la única posible?- a la opción de enfrentar con éxito los comicios de 2017, tras el traspiés en las urnas de febrero pasado. Cabe señalar que como un señuelo previo, una agrupación caracterizada por su fidelidad a la alianza con el Régimen, lanzó la iniciativa de que Correa se reelija, por sobre el mandato constitucional que prescribe una sola reelección a todas las dignidades derivadas del sufragio ciudadano.
 
Este aparente obstáculo es lo de menos cuando se controla absolutamente el Poder Legislativo, y así para PAIS, el verdadero autor de la iniciativa, solo era cuestión de tiempo persuadir a un Mandatario aún renuente a la reelección a dar el paso en este sentido.
 
Pero la opción de la reelección indefinida del Mandatario significa varias cosas: la primera que en los siete años de gobierno de PAIS no se ha producido, por vía idónea y natural un líder, capaz de sucederle. Las razones pueden ser variadas, desde un liderazgo excesivo del Presidente y director supremo de PAIS, que habría impedido la germinación de un sucesor o sucesora, o de un plano la desconfianza de triunfar con alguien que no sea Rafael Correa en la carrera de 2017 a la Presidencia de la República. Objetivamente, sin Correa, sí sería posible que PAIS venza en una nueva contienda al poder, tomando en cuenta la debilidad o bisoñez de posibles alternativas.
 
De otra parte, PAIS parece resignado a ser una fuerza que marche al compás de su líder máximo, sin pensar en otras alternativas, descartada la de Lenín Moreno que por razones de salud se negó inclusive a compartir la fórmula presidencial con Correa el año pasado.
 
La insistencia en la reelección es más bien un síntoma de inseguridad de parte de los estrategas que mueven a la agrupación oficialista, que tan prematuramente –faltan tres años para la próxima contienda presidencial- quieren curarse en sano ungiéndole al Mandatario como un candidato a gobernar indefinidamente al Ecuador.
 
Además, las razones esgrimidas para la opción de la reelección indefinida, no son, como debería ser, por los éxitos que proclama el gobierno de la “Revolución Ciudadana” en sus siete años, sino más bien de tipo netamente defensivo, esto es evitar un supuesto –improbable, creemos- triunfo de la derecha en próximas elecciones, y además enfrentar un hipotético “golpe blando” contra el Régimen, justificaciones más bien destinadas a atemorizar a una oposición que ganó seguridad en sí misma tras los resultados electorales de febrero. Como sea, el Presidente Correa “cruzó el Rubicón” con su aceptación de las presiones partidarias a la reelección. Alea jacta est, la suerte está echada, y el “cruce del Rubicón” electoral se verá dentro de tres años, donde muchas cosas pueden pasar, entre ellas un mayor desgaste de la figura de Correa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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