Por Yolanda Reinoso*

La impresión de viaje en el tiempo no reside sólo en conocer la historia de un negocio familiar, sino en la forma de confección que se mantiene: los caramelos y demás dulces que se producen en la fábrica Hammond’s se cortan y empacan a mano
 
 
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Apenas había asistido a su primer día de clases en el colegio, cuando Carl Hammond anunció en casa la decisión de abandonar la preparación académica. Era la primera década del siglo XX en la ciudad de Denver, y no era anormal que los padres permitieran a sus hijos dejar los estudios a fin de que aportasen al sustento familiar mediante un trabajo. Hoy, en Estados Unidos esta historia no es factible.
 
Fue así que el joven Hammond entró a trabajar como aprendiz a una fábrica de caramelos, y unos años después, en 1.920 fundó la suya: “Hammond’s Candies”. La receta de su autoría se volvió popular: hasta en los años de la Gran Depresión, la gente juntaba dinero para comprar el chupete con ralladura de coco que él preparaba. Su negocio se extendió pronto por el país, y cuando su hijo Tom dejó la carrera militar al fin de la II Guerra Mundial, aprendió el oficio paterno. La fábrica se convirtió en un icono de la ciudad de Denver. Con el tiempo, nuevas recetas exclusivas salieron a la venta. La rentabilidad de Hammond’s atrajo en 1.999 el interés de la familia Schuman, actuales propietarios. Como gratitud a la ciudad, mantienen la tradición de permitir visitas gratis todos los días, así que la historia de la fábrica es un atractivo turístico de Denver.
 
En la entrada a las instalaciones, fotografías en blanco y negro muestran parte de la vida dejada por los Hammond en el quehacer de dulces. También hay piezas que Carl usó al iniciar su negocio. Como suele ocurrir con esos tesoros de museo, uno logra remontarse a otras épocas que parecen inalcanzables desde nuestra contemporaneidad.
 
Sin embargo, la impresión de viaje en el tiempo no reside sólo en conocer la historia de un negocio familiar, sino en la forma de confección que se mantiene: los caramelos y demás dulces que se producen en la fábrica Hammond’s se cortan y empacan a mano. Hay que pensar en el contexto de Estados Unidos para darle valor a esta característica, pues se trata de un país industrializado que se equipa con la última tecnología a diario. De hecho, los caramelos Hammond’s son apreciados a nivel nacional por la elaboración artesanal que implican. Mezcladoras de lo más elementales hacen el trabajo de fusionar el azúcar con los saborizantes y colorantes naturales que van en cada producto. He allí precisamente la segunda peculiaridad que hace de estos caramelos algo especial, ya que Hammond’s se sale de lo común al no usar ingredientes artificiales, típicos en los alimentos procesados. Hoy, los productos Hammond’s se distribuyen a nivel nacional y se exportan al resto del mundo.
 
Se puede observar a través de un gran ventanal a los trabajadores cortando cada caramelo y dándole forma. Una vez que la mezcla se enfría lo suficiente, es colocada en grandes planchas donde se la aplana, para luego cortarla con tijeras y darle a mano la forma del caramelo de que se trate. La labor varía así dependiendo del dulce en cuestión: hay caramelo duro cortado en cuadrados o rectángulos, chupetes de colores en forma de espiral, barras de caramelo duro hecho a base de maní, etc. Los obreros además empacan canguil dulce, caramelo masticable, chocolates rellenos y otras delicias. El olor a azúcar domina en todas las zonas de la fábrica, cosa que no es de extrañar si se considera que 4.000 libras diarias de dulces se producen en Hammond’s.
 
Aprovechando la época navideña, en que la nieve y los fríos vientos polares incitan a comer dulces, visitamos Hammond’s en busca del gusto propio de la época, pues hay sabores que sólo salen a la venta en diciembre con motivo de las festividades; tal es el caso del caramelo de jengibre, de rompope, de avellana, etc. El más tr adicional es el bastón de menta, sea rojo o verde, que nunca falta en el árbol, o en las fundas de sorpresas. Dicho bastón dulce es tan típico de la Navidad estadounidense, que este recorrido acaba con una muestra gratis. El almacén situado a la salida se llena en este mes, pues hay regalos adecuados a las celebraciones. Niños y adultos gozan de una visita que recuerda a la película “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, con la diferencia de que en Hammond’s todos la pasan bien.
 
Valga la oportunidad: en Cuenca aún hay quienes hacen cañas de azúcar, melcochas y otras dulzuras artesanales. Hay que apreciar esta labor, puesto que se pierde bajo los productos que llenan las fundas navideñas de hoy.
 

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