Por Yolanda Reinoso*

El agravante de que sólo 333 cuerpos de un total de 1.500 víctimas fueron recuperados, llevó a los dolientes del mundo a revivir a sus muertos mediante narraciones sobre apariciones
 
 
 
 
El gigantesco barco y un detalle de una de las áreas del museo que guarda la memoria del naufragio en 1912.
 
Para los habitantes de Belfast la memoria del Titanic se conserva más allá del museo, los reportajes, los documentos históricos, pues en el astillero donde se llevó a cabo su construcción, se conserva vacío el bloque exacto donde los obreros laboraron sin descanso bajo la orden de los ingenieros, para construir el buque transatlántico más pesado que alguien hubiese soñado con poner en el mar hasta entonces. Como la fama de este coloso radica en su desaparición, la imaginación aquí juega un papel primordial. Ni las fotografías de la época ni los malogrados esfuerzos del cine dan una idea del inmenso vacío que uno encuentra al observar el lugar que dejó la embarcación para no volver jamás. Con las dimensiones documentadas toca reconstruir en la mente el buque de una longitud de 269 metros y un ancho de 28, que los entendidos llaman eslora y manga respectivamente, para visualizar cuán impresionante debe haber sido una obra de tal magnitud pero en el contexto del año 1912. Sin la imaginación a mano, es fácil dejarse llevar por las inmensas embarcaciones que hoy cruzan el océano como cosa normal.
 
Concordante con el siniestro, más allá de caminar alrededor una y otra vez tratando de oír voces apagadas o esforzándonos por visualizar una materia ya inexistente, no hay mucho más que hacer, pero precisamente en eso radica lo profundamente filosófica que puede resultar una visita a este desolado lugar, pues nos hace pensar en lo pasajero de los proyectos que se forjan a menudo con tantos años de anticipación, para dejar el sabor del triunfo o del fracaso.
 
Por lo mismo, el complemento a esta caminata está dentro del edificio que hoy relata la historia de la construcción del buque, y su analogía con los proyectos vitales se halla en cómo los recuerdos bien documentados se convierten en tesoros con el paso del tiempo, pues son los únicos que pueden conectarnos con la historia. Así pues, las fotografías en blanco y negro, retocadas a fin de lograr una mejor calidad de imagen, muestran rostros jóvenes y llenos de energía. Tanto los ingenieros como los obreros parecen muy jóvenes y entusiasmados y las herramientas que utilizan, incomprensibles para quienes desconocemos su uso, no parecen menos sofisticadas que las que vemos hoy en manos de ciertos trabajadores con cuya labor no nos hemos familiarizado. Pese a no saber nada sobre astilleros, las fotos ilustran muy bien y las explicaciones están hechas a la medida del público general, pues para los habitantes de Belfast la conservación de estos hechos implica la salvaguarda de su historia económica.
 
Un descubrimiento interesante que la exhibición permite, es encontrar fotografías de los muchos otros buques que se habían construido alrededor del Titanic, cuyas dimensiones no menos apreciables son connotación del peso que tenía para el pueblo de Belfast el trabajo en los astilleros. Con la ventaja de la intensa actividad económica propia de un puerto, los ciudadanos vivían desde entonces en mejores condiciones en comparación con otras zonas de Irlanda del Norte.
 
Una parte interesante de la exhibición es la que refiere las distintas teorías que derivaron con el tiempo en un esfuerzo por explicar el hundimiento del buque, rodeando de mayor misterio al asunto puesto que la imaginería popular, impactada por el trágico suceso, dio paso a historias de fantasmas que también se documentan en la exhibición. Quizá el agravante posterior de que sólo 333 cuerpos de un total de 1.500 víctimas fueron recuperados, llevó a los dolientes en distintas partes del mundo a revivir a sus muertos mediante narraciones sobre apariciones.
 
Las últimas fotos de la embarcación, con pasajeros en su interior y el gimnasio, captadas por un seminarista que sobrevivió porque le ordenaron retornar luego de la primera jornada.
 
 
La literatura que puede consultarse hoy sobre el Titanic es tan extensa como la diversa gama de material audiovisual disponible, pero la existente en Belfast tiene el valor de representar el vínculo de la tragedia con el pueblo que hizo posible el proyecto. La compañía que lo concibió, originaria de Liverpool, llamada popularmente “White Star Line”, despliega cada 15 de abril su bandera en Belfast en memoria de la tragedia que marcó parte de su historia, algo que vale recalcar puesto que, a pesar del fracaso y las consecuentes dificultades, la empresa construyó a posteriori nuevas embarcaciones igual de memorables en cuanto a dimensiones y continúa hoy contribuyendo a la labor de distintos astilleros del mundo.
 

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