Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora Un atentado moral a los derechos del hombre y su entorno, que no ha hecho honor a la palabra empeñada y semeja una declaración de guerra más que un cambio de política
 
Cuando en 2007 la Revolución Ciudadana inició su gobierno y aprobó la nueva Constitución, quedaron posesionados principios que a todos nos parecieron innovadores: como la matriz productiva, el modelo sustentable, los derechos de la naturaleza, el turismo ecológico, la defensa del hábitat de los pueblos de la Amazonia, el buen vivir o suma kausay, etc. Es decir, un proyecto de desarrollo que priorizaba la política ambiental sujeta a principios modernos.
 
Mas, de pronto, resultamos distanciados de la conciencia ambientalista que entusiasmó a las nuevas generaciones y a los defensores del hábitat, y se nos ha presentado un estado consumista y extractivista, que olvida el afán de convertirse en país biodiverso, que podría definirse como un atentado moral a los derechos del hombre y su entorno. Cosa que no ha hecho honor a la palabra empeñada y semeja una declaración de guerra oficial más que un cambio de política.
 
La tarea ambiental es una ciencia y todos hemos entendido que los derechos de la naturaleza y del hombre son una sola cosa. Una unidad.   Que el hábitat debe mantenerse bajo políticas tan sabias, que sin malograrlo, vayan igual con la planificación. 
 
Porque aceptar que se talen los bosques, los manglares, se contamine los ríos, se lesione el sosiego de la naturaleza, para sostener un estado consumista, es un atentado moral, contradictorio con lo enunciado.
 
Falta claridad en la política gubernamental: se protege la vida de los toros y los gallos prohibiendo las contiendas costumbristas y no se piensa que se destruirá el Yasuni…Hay un perfil oficial que todos rechazamos: el derroche del Estado que hasta ahora ha gastado 150.000 millones de dólares sin priorizar necesidades. 
 
Es clamorosa la obesidad de una burocracia obediente, la presencia de una Asamblea incondicional y los planes millonarios desfasados de nuestra realidad con inversiones insospechadas, como las cuatro universidades del nuevo milenio…Mientras el decreto 98 prohíbe el dispendio en uniformes, transporte y almuerzos de la burocracia…
 
La verdad es que no se ha hecho honor a la palabra empeñada y estamos distanciados de la conciencia ambiental lograda en los jóvenes.
 
 
 
 

 

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