Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
La Juventud ha encontrado una bandera para movilizarse, esto es la ecología, cuando difícilmente lo hace por la crasa y prosaica política

 

 

 

El proyecto insignia en cuanto al respeto a la naturaleza y el medioambiente, la Iniciativa Yasuní-ITT fue terminado por el Presidente de la República, Rafael Correa, quien dijo que el “mundo había fallado” a la propuesta de mantener bajo tierra las reservas de Tiputini, Tambococha e Ishpingo, parte de ellas en el área de biodiversidad más diversa y rica del mundo. El Parque Nacional Yasuní, en la Amazonía.
 
Durante seis años, y con un recambio en el equipo negociador, remplazado por Ivonne Baki al grupo de ecologistas y hoteleros que primero lo comandó, se planteó a los países ricos la conveniencia de donar miles de millones de dólares con la condición de nuestro país de no explotar Yasuní. La propuesta debió parecer nada más interesante a los estados poderosos, que si mostraron interés, no el suficiente para aportar con grandes cantidades exigidas. También debió “grosso modo” tomarse como un chantaje aquello de no explotar si daban el dinero esperado para el desarrollo del país, que manteniendo todavía esas reservas bajo tierra, sí se ha desarrollado notablemente y, según la óptica oficial, reducido de modo sustancial la pobreza.
Lo que sucede es que el tren de gastos del Régimen es superior a la capacidad actual del país en cuanto a su producción, de allí declarar fracasado el proyecto de la Iniciativa Yasuní-ITT y asumir que la ciudadanía acogería de buena gana tener más dinero para obras y reducción de la brecha de la pobreza, a cambio de afectar, aunque fuese mínimamente, el Parque Nacional Yasuní, flagrante contradicción con el propio espíritu de la Constitución de Montecristi, que proclama el derecho de la naturaleza a mantenerse libre de contaminación y depredación. Rafael Correa actuó con un pragmatismo quizá excesivo,
 
 
en tanto el Ecuador asumió la idea del valor de mantener Yasuní en su estado natural, con sus misteriosos y al parecer en guerra entre sí, “pueblos no contactados” y su impresionante biodiversidad.
 
La Juventud en términos generales ha encontrado una bandera para movilizarse, esto es la ecología, cuando difícilmente lo hace por la crasa y prosaica política. Pero junto con los jóvenes autoconvocados en las redes sociales para oponerse a la explotación de las reservas cercanas y dentro de Yasuní, aparecieron, como era de esperar, los sectores políticos oposicionistas en busca de recoger la bandera ecologista en provecho de sus estrategias. De allí que el banquero Guillermo Lasso se muestra indignado ente la perspectiva de afectar Yasuní, en tanto que los indígenas, más congruentes con el medio ambiente, pero no siempre ecologistas, han asumido liderar la solicitud de una consulta popular para que sea la ciudadanía quien finalmente decida al respecto: se explotan esas reservas o no se lo hace.
 
Frente a ello, el Presidente Correa ha actuado un poco erráticamente, primero dijo que si hay consulta, habría que consultar también a la ciudadanía acerca de si seguir imprimiendo en el Ecuador periódicos en papel, que destruyen bosques, y luego se dijo que habría que buscar alternativas de ahorro de combustibles, si no se explota Yasuní. Actitud que muestra que tampoco el Jefe del Estado no las tiene todas consigo al asumir el trago amargo de acabar con la Iniciativa Yasuní-ITT ante la presión invencible de contar con más y más recursos a consumirse en su gestión y el desarrollo del país. Difícil disyuntiva, ciertamente.

 

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