Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
En el tema del aborto, el Presidente de la República coincide con la Conferencia Episcopal y no con las activistas pro aborto que abundan, al parecer, dentro de su Movimiento

 

 

 

La airada reacción presidencial abortó la moción de la legisladora de PAIS Paola Pabón, respecto a introducir en el nuevo Código Orgánico Penal la despenalización del aborto en todos los casos de violación de la madre, postura que estaba en contra de la consensuada por el Jefe de Estado con su bloque, esto es que se mantenga la disposición de que el aborto solamente pueda ser legal cuando la madre corre inminente peligro por su vida o es deficiente mental, siendo el feto producto de una violación.
 
En el tema del aborto, el Presidente de la República coincide con la Conferencia Episcopal y no con las activistas pro aborto que abundan, al parecer, dentro de su Movimiento. Y no en balde aquella coincidencia, si se toma en cuenta que la gran mayoría de ecuatorianas y ecuatorianos profesa la religión católica, y ésta es hostil al aborto, salvo los casos extremos y excepcionales que se anotan. Entre dar gusto a un puñado de abortistas y coincidir con la Iglesia y las mayorías, una decisión política es clara.
 
Lo que no tiene una explicación clara hasta ahora es por qué Paola Pabón y la veintena de mujeres y varones de su bancada que le apoyaron, decidieron desafiar al Presidente Correa, el único dispensador de sus respectivas carreras políticas, ya que hay que convenir que sin su cobijo prácticamente ninguno de esos asambleístas lo hubiera sido. No es muy creíble que solamente por seguir la línea de los grupos de activistas pro aborto se desmarcaran tan frontalmente de las instrucciones presidenciales y de PAIS, para caer en abierto desacato a sus normas. ¿Qué más hay en esta soterrada rebelión de un segmento de las y los legisladores de PAIS? 
 
 
 
 
 
 
 
El tema del aborto es materia vidriosa en Latinoamérica, donde el Catolicismo es aún un poder capaz de regir las normas de conducta de sus gobiernos en materia de moral y ética, religiosa o no. Pocos estados en el Continente han aprobado, no sin grandes borrascas políticas, opciones abortistas aunque no totales como en Europa, donde la facilidad para abortar coincide con la merma alarmante de su población blanca. En cambio, en nuestros países aunque se aborta clandestinamente y en pésimas condiciones que muchas veces ocasionan la muerte de mujeres sobre todo adolescentes, la legalización del aborto no anima a muchos regímenes.
 
Respecto a este descuadramiento, el Presidente de la República habló en tono furibundo de deslealtad y hasta de traición, puesto que en buena lógica, en base a las reglas de juego dispuestas e impuestas por la cúpula del poder, las asambleístas de PAIS y sus colegas varones debían acatar la resolución respectiva en materia del aborto. Caso contrario, debieron salir de PAIS y hasta renunciar a sus curules, si tanto querían postular una causa abortista. No sucedió esto último y ahora ese grupo constituye una especie de “apestados” dentro del más o  menos dócil bloque mayoritario de PAIS.
 
Finalmente, queda una advertencia: no salirse ni un milímetro del libreto consensuado dentro de PAIS, so pena de desatar la cólera presidencial y atenerse a las consecuencias, que pueden llegar hasta a la revocatoria del mandato al legislador o legisladora que desobedezca. Están más que advertidos con el último episodio.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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